EPÍLOGOS

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Epílogo 3: sobre desayunos, re-encuentros y nuevos encuentros


 "¡Aaaleeexxx!!!! Sal de la ducha, ¡Ayana te llamaaa!

"¡Ya voooy!" respondió él mientras cerraba el grifo de agua. Se puso la toalla alrededor de la cintura, partió del baño y tomó el dispositivo que le ofrecía Vania. Ella se fue a su dormitorio, muerta de la risa de verlo con el pelo lleno de champú, para terminar de escribir en su librel el mensaje que mandaría a Nicola.

Después de un buen rato, la niña retornó al cuarto de Alexander.

"¿Y qué cuenta Ayana?" le preguntó.

"Todo yaba, nada especial."

"Pero han estado hablando casi una hora, algo te ha debido contar."

"¿Eres de la Policía Internacional, Vania?" repuso él, riéndose.

"No, pero soy tu hermana y tengo que ver que estés bien. Los papás me dijeron que ese tenía que ser mi trabajo, si me iba a quedar a vivir contigo por una temporada."

"Vamos a desayunar, Vania. Ellos también me encomendaron que te alimentara bien," propuso el chico, asiéndole la mano y llevándosela a la cocina.

El departamento donde se hallaban era pequeño, aunque de lo más cómodo y sobre todo práctico en virtud de a su localización, puesto que el mayor de los dos podía ir a su centro de estudios a pie. Ya hacía algunos meses que ambos moraban allí y estaban acostumbrados a sus rutinas: levantarse temprano, tomar desayuno, andar juntos a la esquina donde el autobús del Einstein vendría a recoger a la pequeña y luego Alex irse a la escuela. Al terminar sus clases, él la esperaba en el mismo recodo y de regreso ambos se ponían a estudiar y hacer los deberes que habían recido. El muchacho preparaba la cena ayudado por la chiquilla y en la noche veían algo en el monitor y se comunicaban con sus padres. Los fines de semana ella partía donde sus papás, a veces acompañada de su recién encontrado familiar fraterno, otras él se quedaba en Lobla. Alexander pensó que le iba a costar adaptarse a su nueva vida, en especial eso de estar a cargo de su hermana... ¡Su hermana! ¡Vania estaba viva! 

******


Años atrás, Samantha Lloyd decidió que eso del matrimonio no iba con ella, mas tal hecho no implicaría el fin de su linaje genético; aquello era impensable, por lo tanto dejaría a alguien. Y ese alguien debía ser un ser especial que no se perdiera entre la muchedumbre, que tuviera dentro de sí mismo las habilidades para no solo sobrevivir, sino tener éxito garantizado en la vida, un ser extraordinario que todo el mundo admirara y respetara. ¿Quién mejor que una persona con talentos e inteligencia geniales? Seleccionó a una familia anónima con el fin de que, sin su conocimiento, el bebé que esperaban tuviera parte de sus genes, más las alteraciones necesarias que garantizaran que fuera un exy. Debía ser una que pudiera controlar y monitorizar con facilidad y tenía que hacerse de inmediato, porque los Gobiernos estaban a punto de prohibir la práctica de alteración genética en forma efectiva. Entre una y otra cosa, cayó en la cuenta que no le quedaba mucho tiempo para aquél propósito: solo siete días. Justo durante esa semana, la madre de Alex, Tania Gregory, se vio obligada a ir al centro médico por unos malestares que no la dejaban trabajar. Fue así que los Gregory resultaron ser los elegidos, puesto que la causa de las dolencias de Tania era el inicio de un embarazo. Samantha se encargó de que ella se quedara unos cuantos días en dicha sede de salud con excusas falsas, donde se llevó a cabo el proceso de transferencia de algunos de sus genes, así como la alteración de otros, en el embrión que portaba la mujer gestante.

La Directora del Van Leeuwenhoek siguió de cerca el desarrollo de Vania; se enteró de cada detalle, incluida su primera palabra: yaba. Sin lugar a dudas, su hija no se quedaría en esa localidad por siempre, el Jefe se ocuparía de eso una vez que transcurriera el período en que él consideraba la presencia de los padres como una necesidad primordial. La terrible sequía que azotó la región donde residían los Gregory ocurrió justo en el momento preciso. No le fue difícil lograr que Vania ingiriera un compuesto que la paralizara y la hiciera ver como muerta. Llevarse el cuerpo de la pequeña fue más sencillo aún, ya que la compañía regía la vida de la gente del área. El siguiente paso también fue muy simple, poner a la tierna niña bajo la tutoría del Einstein y darle un nuevo destino. La historia del incendio del hogar familiar junto con otros detalles fueron aleccionados a la chiquitina  un poco mayor de los dos años, y Samantha Lloyd se convirtió en su madre adoptiva lejana. Cuando ella se enteró de la amenaza de Delik, dispuso transferirla al complejo de los exys, no porque tuviera algún talento especial relacionado con cálculos de astrofísica, sino para asegurarse de su bienestar; jamás se le ocurrió que eso ayudaría a que su hermano la encontrara.

La alegría experimentada por los Gregory de reunirse con su hijo y descubrir que su niña estaba viva fue más allá de las palabras. El cambio de su vida resultó absoluto bajo todo sentido y tuvieron que sentarse a determinar cómo lo iban a enfrentar. Los padres de Alex no querían dejar sus tierras; a pesar de haber sido un lugar donde sufrieron grandes penurias, era su mundo, su hogar.

Junto con las otras familias de la comunidad, resolvieron quedarse e invertir el dinero de compensación de la Mebhris en montar una cooperativa. Ayudados por Justicia Comercial, decidieron dedicar sus esfuerzos a organizar una empresa que vendería sus productos a precios de comercio justo. Pero sus hijos iban a necesitar una educación formal y el caserío no contaba todavía con escuelas adecuadas, para ello necesitarían residir en la ciudad.

Alexander quería prepararse con el objetivo de trabajar en la empresa de su comunidad en el futuro, por eso debía primero recuperar los años escolares perdidos. En Lobla había una dedicada a estudiantes que, debido a diferentes motivos, no habían recibido las bases requeridas para entrar a un instituto educativo. De esa manera, el muchacho Gregory podía quedarse en esa localidad y acompañar a su hermana. Asimismo, no estaba demás que su mejor amigo, Samir, viviera en esa ciudad.

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"¡Apúrate, Alex, que no quiero que se me pase el autobús!" gritó Vania a su hermano que estaba terminando de vestirse.

"¡Ya salgo!" pero él no se apresuró, no se decidía si ponerse su casaca negra o la azul oscura.

Era tan extraño que tuviera ropa a elegir, tendría que restringirse un tanto con sus compras. La verdad era que no tenía ningún buen motivo para tener más de lo que necesitaba. Recordó a Tsi y se dijo que iba a poner en práctica ese principio. Mas por el momento debía escoger y no quería equivocarse porque había quedado en verse con Ayana a la entrada de la escuela.

Ella también frecuentaba el mismo centro educativo a causa de una situación parecida a la suya, ya que su familia había sido parte de una de las tantas comunidades explotadas por las compañías. Cuando sus padres recibieron el dinero de compensación, optaron por mudarse a una ciudad y eligieron a Lobla. El joven pelirrojo la conoció el primer día de clases; la chica se le acercó para preguntarle si sabía dónde quedaba la cafetería, sin embargo, él sospechaba que en realidad fue una excusa para meterle conversación.

La muchacha era de su misma edad y casi tan alta como él, inteligente e ingeniosa, de pelo ébano cortitito, ojos grandes y oscuros, piel de un tono lustroso negro que le hacía recordar el brillo de aquella perteneciente a Tsi. Mas no, Alex no quería compararlas, Ayana era Ayana y Tsi era Tsi, dos personas diferentes. La je-morina de cutis lila siempre estaría con él, y él la recordaría con una sonrisa. ¿Y Ayana? Bueno, quien sabe, pero de lo que sí se hallaba seguro era que cuando la miraba y ella le sonreía se sentía atrapado y no había ningún otro sitio en el planeta que quisiera estar en ese instante, salvo ese, en donde Ayana se encontraba.

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