Intento 40

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Jorgen Samuelsen y Rigoletto Malcini estaban durmiendo cual rescatados después de un naufragio, luego de las correteadas de la noche anterior. El cuarto era un concierto de ruidos: el segundo roncando, mientras que el estómago del primero se quejaba que ya era hora que lo alimentaran. Un tercer fragor se unió a la sinfonía: un librel reclamando atención. Malcini había mantenido su aparato apagado todo el día anterior porque no quería tener que responder ningún mensaje del Jefe. Su brillante idea era llamarlo a la mañana siguiente con la noticia triunfal que ya le había enviado el encargo. Por otro lado, lo había programado para que funcionara otra vez a las seis y media antemeridiano  porque a esa hora podía bajar su programa preferido. Cómo iba a perderse un capítulo de La vida es incierta, ¡la mejor telenovela del mundo!

El sueño de Malcini no fue perturbado por el llamado del librel, fue Samuelsen quien se despertó y le dio un remezón para que terminara con la bulla que hacía la maquinita esa. El durmiente necesitó más de un buen sacudón para dejar de soñar. Lanzó una mirada de asesinar al rubio grandote y le dijo algo que este no entendió, ya que él apagaba su multitraductor durante la noche. Por fin, el de baja estatura y poco pelo terminó por tomar su dispositivo comunicador, despertándose por completo al notar de quién provenía el mensaje:

El Jefe ha estado tratando de comunicarse contigo. ¿Qué rayos estás haciendo? ¡Llámalo cuanto antes si aprecias tu pellejo!

Malcini dejó de respirar por unos instantes: ¿qué le iba a decir? ¿Qué no había podido extraer el encargo porque unos bebés se pusieron a llorar y su mamá le cerró la puerta en los dedos? Necesitaba una mejor excusa que esa..., pero no podía demorarse un minuto más en responder, las consecuencias podían ser desastrosas para él. Se levantó de la cama y fue al baño, no quería que Samuelsen escuchase su conversación, a pesar que este no entendiera ni una sola palabra por tener apagado su multitraductor. Con manos temblorosas, marcó el código que usaba para comunicarse con el Jefe y, sosteniendo el aliento, esperó.

Una voz cortante y de pocos amigos respondió a su llamada:

"¿Eres tú, Malcini? ¡Por fin te apareces! Ayer me pasé el día perdiendo el tiempo tratando de contactarte. ¿Por qué diablos tenías tu librel apagado? Y ahora, encima, ¡voy a tener que ir a interrumpir al Jefe que está en una reunión importante! De esas en el cuarto especial al que nadie puede entrar más que él, ese en el que trabajé como técnico para conectarse en un punto perdido del Erimetreo. Anda hablando con el aparato de simulación de voz rotativa. Ya te imaginas que no me hace ninguna gracia molestarlo, pero me dio órdenes específicas que le dijera apenas te dignaras a llamar. En fin, serás tú el que tenga que vérselas con él."

Y oyendo Malcini que su interlocutor suprimía una risa maliciosa, le escuchó agregar,

"Buena suerte..."

El aludido pensó que era toda una buena suerte de verdad el hecho que se encontrara en el baño en esos momentos; estaba seguro que, con los nervios, pronto iba a tener necesidad de sentarse en el trono. No tuvo que esperar mucho tiempo, al poco rato escuchó la voz del Jefe:

"Malcini, ¿¡cómo te atreves a tener tu librel apagado cuando estás trabajando para mí!?"

A pesar que la voz se presentaba camuflada y tergiversada, se podía captar con claridad el tono amenazador que cargaba.

"Recuerda que cuando alguien es mi empleado no solo labora para mí, sino que prácticamente me pertenece. Tú ya no tienes decisión ni iniciativa propia, ¡debes obedecer sin chistar y punto!"

"Perdón, Jefe. Yo..."

"No quiero perder mi tiempo escuchando excusas, Malcini. No lo vuelvas a repetir, ¿está claro? Porque si eso sucede, te aseguro que no serás capaz de hacerlo otra vez por siempre jamás."

El interlocutor trató de tragar saliva; se le había formado un nudo en la garganta, pero tan solo fue capaz de murmurar con voz temblorosa:

"Entendido, Jefe."

"Muy bien. Ahora al punto, ¿tienes ya mi encargo?"

"No," respondió su esbirro, rogando que la señal distorsionase su respuesta o que se cortara la comunicación.

"¿¡No!? ¡Pero si me dijiste que ya habías ubicado a Yurusalem Zodevilla!"

"Así es, Jefe. Ayer en la noche fuimos a su casa, pero tuvimos un percance y no pude extraerlo."

"Malcini, la verdad es que no me sorprende... Mas eso no era para lo que quería hablar contigo en realidad. Olvídate del encargo, si no lo conseguiste, no quiero que sigas perdiendo el tiempo buscándolo, es muy probable que la Zodevilla ya no lo tenga. Ahora hay otra prioridad: debes seguir a Isabel Simas, no te apartes de ella ni por un segundo. Nosotros podemos saber dónde se encuentra gracias a una invención muy práctica que pusimos en su librel, pero no estamos interesados en ella. La cuestión es que se va a reunir con Esteban Tochigi. Te estoy enviando la foto de él en este momento. Apenas lo veas, me mandas su localización y lo vigilas hasta que yo te diga. ¿Entendido?"

El subordinado no comprendía en realidad nada, ¿cómo era que de pronto el encargo ya no era tan importante? ¿Y quién rayos era ese Tochigi? ¿Y por qué tenía que seguir a Isabel Simas para encontrarlo? ¿Y ese nuevo aparato localizador? Nunca dejaba de asombrarse con los inventos que le salía de por medio su patrón. ¿De dónde los conseguiría? Este nuevo proyecto era una gran complicación; cuando pensaba que su labor estaba a punto de terminar y por fin podría salir de las garras del Jefe, ¡una nueva tarea se le presentaba! Sin embargo, no tenía ninguna alternativa...

"Entendido," contestó sin gran convicción.

"Perfecto. Mandaría a otra persona a hacer ese trabajo, tú no eres mi empleado estrella, como bien supondrás. Pero resulta que Isabel Simas esta allí contigo en tu mismo albergue y no tengo tiempo de enviar a otra persona, no quiero arriesgarme a que se encuentre con Tochigi sin darnos cuenta. Eso es todo." Y se cortó la comunicación.

Tal como predijo, Malcini tuvo que sentarse un buen rato en el trono para relajar sus nervios. Una vez fuera del sanitario, encontró a su socio echado en la cama,

"Samuelsen, what do you think you're doing in my bed?" atropelló su camarada.

El susodicho abrió los ojos con una expresión en blanco por completo, sin entender lo que le venía de decir su compañero de cuarto, el cual, en forma malhumorada, le señaló su multitraductor para que lo prendiera y repitió:

"¿Qué crees que estás haciendo en mi cama? Sal de allí de inmediato y vístete. Tienes que bajar a averiguar si ya tomó desayuno Isabel Simas y cuáles son sus movimientos."

"¿A qué te refieres, Malcini?" preguntó el otro, más confundido que nunca.

"Cambio de planes, Samuelsen. Ahora tenemos una nueva misión: pegarnos como lapas a esa mujer y avisar apenas la veamos con este hombre, se llama Esteban Tochigi," dijo, mostrándole con su librel la foto del científico.

"Pero no comprendo, Malcini... ¿Por qué tengo que hacer esto? Yo solo vine para ayudarte a regresar algo a Yuru..."

"No hay nada que entender. Si quieres recibir el pago que acordamos, tienes que ayudarme con esto."

"Pero, ¿y la cosa que tenías que devolver a Yurusalem Zodevilla?"

"Mmm...., no te preocupes por eso, Samuelsen. Como ahora sabemos su dirección, puedo mandársela por correo persona a persona, así nos evitamos tener que regresar a su casa esta madrugada. Ahora apúrate a averiguar en qué anda Isabel Simas, yo todavía tengo que descansar un buen rato después de nuestra mala noche."

Jorgen Samuelsen se vistió pensando que no le caía bien eso de estar vigilando a alguien, pero necesitaba el dinero... Además, Malcini sí que era un tipo inteligente, ¡la idea de utilizar el correo para devolver a Yurusalem lo que fuera que tuvieran para ella era buenísima! Entonces, con la perspectiva de tomar un buen desayuno y vistiendo una gran sonrisa, salió de la habitación a emprender su nueva tarea.

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