Intento 58

93 24 62
                                    


Raymundo do Santos vio con satisfacción que el laboratorio donde trabajaría en el Galileo era de primera, habían ciertos instrumentos que necesitaría, pero Belinda ya había contactado al Van Leeuwenhoek para que se los enviaran y contaban con tenerlos al día siguiente. Además, hoy no tendría que utilizarlo mucho porque pensaba dedicarse a planificar el tipo de análisis que debería llevar a cabo, para determinar las repercusiones de tener a Delik cerca del planeta. Él sospechaba que el cambio atmosférico, por más sutil que este fuese, influenciaría a ciertas bacterias las cuales habría que mantener a raya, sobre todo si se trataban de ese tipo durmientes, las que si sufren alguna mutación se pueden convertir en epidemias mortales.

Después de la presentación del Prof. Quispe, no hubieron muchas discusiones; como él bien puso, no existían otras alternativas viables aparte de la que él sugirió. Fue así que, en vez de debatir si lanzarían o no el opuesto, todos se dedicaron a repartirse las diferentes tareas para trabajar en la forma más eficiente posible. Ahora, Raymundo tenía a su disposición el laboratorio con unos cuantos asistentes, los que esperaba fueran suficientes, mas la naturaleza secreta de su cometido obligaba a utilizar un mínimo número de personas.

Se sentó frente a la pantalla designada para su uso personal cuando escuchó abrirse la puerta, y su sentido del olfato captó el consabido perfume de Belinda Alegre.

"Raymundo querido, ya por fin me he librado de los papeleos burocráticos de seguridad que tenía que hacer. Aparte, acabo de mandar un reporte a la Dra. Lloyd informándole lo ocurrido, así que tú no te tienes que preocuparte por eso. Ya sé, no es necesario que me lo digas, ¡soy una maravilla! Bueno, después de enviarlo me pregunté, ¿cómo puedo contribuir al proyecto? No me la pienso pasar de simple mensajera mandando reportes al Instituto, yo puedo hacer mucho más que eso, ¿no lo crees? Entonces me dije, Belinda el guapo de Raymundo fijo que va a estar necesitando ayuda, ¿por qué no vas a buscarlo? Pues si es de lo más lógico, tenemos que trabajar en equipo tú y yo, querubín. Dime, ¿qué puedo hacer por ti?"

A do Santos se le transformó la cara, no había pensado ni por un instante la posibilidad de que la Alegre fuera a laborar junto con él de manera directa.

"Gracias, Belinda, pero...," inició a responder, buscando alguna excusa para deshacerse de ella y poder trabajar en paz.

"Qué pero ni qué nada, querido. Aunque no lo creas, tesoro hermoso, yo conozco algo de estas cosas, si no, ¿cómo crees que soy miembro del Comité Directivo del Van Leeuwenhoek? ¿Solo por mi arrasadora personalidad, mi elegancia y gran sentido del estilo? Ya sé que mi presencia en el Comité es como un arco iris después de una tormenta, una brisa fragante o un poema inmortal, pero no es únicamente por eso que me encuentro allí. Déjame ayudarte, que veo que no te vendría mal una mano extra por acá, sobre todo una como la mía," terminó diciendo tendiéndole la mano y posándola sobre la que Raymundo tenía apoyada en su escritorio.

Él casi pegó un grito de repulsión al sentir el roce de la Alegre, pero supo que no tenía salida; tendría que trabajar con ella. Retiró raudo su mano y se puso a revisar la lista que estaba haciendo sobre los diferentes puntos a cumplir. Fue así que le escogió uno de lo más pesado y tedioso, con la esperanza que eso la cansara e hiciera que regresara al hotel con prontitud o fuera a meter sus narices en otro lugar.

Las horas pasaron y Raymundo casi se olvidó que Belinda se hallaba laborando con él. Ella no solo cumplió a la perfección cada tarea encomendada, sino que aportó más de una buena idea cuando él estuvo planificando las acciones que deberían seguir. De pronto, la chillona voz que hacia estremecer cada fibra de su oído entró a la carga otra vez .

"Querido tesoro, ya es casi media noche, ¿no te parece que es una buena hora para hacer una pausa y recomenzar mañana?"

"Todavía tengo un par de cosas que quiero hacer, pero puedo terminarlas solo," contestó el aludido con sequedad.

Él lamentó haberle hablado de esa manera al instante, después de todo, la Alegre había trabajado por encima de lo debido y se merecía por lo menos un gracias. Mas el timbre de su voz y su personalidad en general no dejaban de alterarlo.

"Lo sé querido, lo sé, ¿pero no crees que a estas horas estarías propenso a cometer errores, que más tarde tendrías que arreglar? Al final no estarías avanzando, sino quitando tiempo de horas en las que vas a estar más lúcido y produciendo mejor. De nada te sirve matarte hasta muy tarde, si al final no produces nada bueno y al día siguiente vas a estar aún cansado. Eso conllevaría a una baja de tu nivel de rendimiento; calculo yo que sería de un 23.4% el primer día, un 26.8% el segundo, un 29.4% el tercero. Y así continuaría disminuyendo tu eficiencia, producción y creatividad, querido."

Raymundo se quedó mirando a su acompañante, no cabía duda que lo tenía confundido, ¿de dónde le había sacado ese talento para analizar? Ahora que lo pensaba, había sido impresionante lo que ella había hecho con él ese día; todo lo que le había encargado lo había llevado a cabo en tiempos mucho más cortos que lo que él mismo hubiera anticipado, incluso sus sugerencias al plan de trabajo no solo eran apropiadas, eran..., como ponerlo..., eran geniales. Y ahora le salía con esta historia de la eficiencia y el cansancio. Pero cansancio era lo que él sentía en realidad y no podía negar que la susodicha, con porcentajes o sin porcentajes, tenía mucha razón en su planteamiento. Ya era tiempo de ir a dormir para laborar con una mente fresca al día siguiente.

"¿Bueno precioso, qué me dices?"

El atesorado querubín hermoso de Belinda no contestó, tan solo recogió sus cosas preparándose para salir. Mientras él hacía eso, notó que la Alegre se ocupaba en poner todo a su sitio, para dejar el laboratorio en perfecto orden. 

IntentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora