Intento 123

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Rit se sentía satisfecha sobremanera con su trabajo, había podido esquivar a sus seguidores por encima de media hora. Aquella tarea no era tan simple; debía escaparse, pero al mismo tiempo tenía que cuidarse de no perderlos por completo para seguir distrayéndolos con la cacería. Los supervisores no eran cualquier cosa, eran profesionales, y en más de una ocasión la tuvieron acorralada. No obstante, la presa tenía una ventaja bajo la manga: conocía sus estrategias básicas de persecución. Ella las había practicado con su primo para ayudarlo cuando él estaba estudiando para ser justo eso, un supervisor. Es así que sabía los movimientos que sus persecutores tomarían, de modo que los podía anticipar. Tal hecho le fue de suma utilidad para esquivarlos. Sin embargo, en un momento dado, ellos alcanzaron a formar un anillo a su alrededor y la fugitiva no tuvo otra opción que la de aterrizar.

Una vez en tierra firme, la futura capturada aguardó dentro del movilizador la llegada inevitable de quienes la perseguían, no sin antes cerrar la portezuela de acceso con el código de seguridad para ganar unos minutos extras; ¡no les iba a facilitar la tarea en lo absoluto! Cuando por fin entraron, se dieron con la sorpresa de encontrar a Rit. No les hizo la lucha, los recibió con una sonrisa, declarando que estaba dispuesta a decirles el lugar en que se hallaban a los que buscaban, pero que lo haría con el encargado de la estación en persona. Ellos la llevaron veloces a dicho recinto, donde el agente ya la esperaba. Al verlo, la detenida frunció el ceño, diciendo que no era él con quien quería hablar, que la habían entendido mal, que tan solo otorgaría la informació a su pariente Ble.

Rit se había asegurado que no la atraparan en Crunjick para que, entonces, su primo se viera obligado a volar donde ella se encontraba o tuvieran que trasladarla para allá. De una u otra forma ganaba tiempo. Los supervisores no disponían de ninguna pista acerca de la localización del famoso Jor y sus compinches, así que no tuvieron más remedio, que aceptar las condiciones requeridas por esta persona que mantenían bajo su custodia. Subiéndola a uno de sus movilizadores, regresaron a Crunjick y se dirigieron a su estación. Ingresados en esa, la llevaron a una sala igual a la que habían ocupado antes. Ble ya se hallaba allí, aguardando con ojos llenos de preocupación junto con una mezcla de confusión y ansiedad, ¿en qué lío se había metido su prima?

"¡Hola, Ble!" saludó ella, presentando su gran sonrisa, sentándose muy fresca y cómoda en una silla, sin esperar a que la invitaran a hacerlo.

Se sentía orgullosa en extremo consigo misma, nunca se hubiera imaginado inmiscuirse en tamaña situación y afrontarla tan bien. Esto era de lo más divertido y emocionante, era como ser la heroína de una de esas historias contadas por los ancianos profesores. Y por encima de  ello, estaba salvando a su amado; aunque no lo volviera a ver jamás, tendría la satisfacción de ser quien le diera la libertad de vivir.

"Rit, qué diablos estás haciendo..."

"Nada malo, Ble, ¿de cuándo acá uno no puede salir a pasear en un movilizador?"

"Sabes muy bien a lo que me refiero, Rit, ¿qué hacías escapándote de los supervisores?"

"¿Escapándome yo? La verdad es que son ustedes a los que no sé qué les pasa. Yo iba muy tranquila de paseo y, de pronto, me encuentro con media docena de movilizadores de supervisores a mi espalda. ¡Qué horror! Por supuesto que no entendía lo que sucedía. Yo solo me estaba desviando de ellos para abrirles el camino y que continuaran detrás de quién sea que anduviesen persiguiendo. No se me ocurría que era yo, ¡a quién estaban buscando atrapar!"

"No eras tú, Rit, sino tu amigo Jor, lo sabes bien..."

"¿Jor?" interrumpió ella. "¿Y por qué?" preguntó, continuando con su tono inocente.

"Tú sabes dónde está y también dónde están Tsi y sus visitas. Tú misma les dijiste a los otros supervisores que me darías esa información," repuso Ble, tratando de ser él quien dirigiera la entrevista y no su prima.

"¿Lo sé...? ¿Eso dije? Hummm..., qué extraño, no me acuerdo para nada. Me deben haber entendido mal..."

"¡No!" replicó su interlocutor iniciando a exasperarse. "¡No entendieron mal! Esto no es un juego, Rit, necesitamos esa información y, te guste o no, la vamos a obtener. Prima, quisiera evitarte esto, pero si tú insistes, no me dejas alternativa. Ese Jor y sus compañeros son seres peligrosos. Tú sabes bien que los frodaleus los están buscando, eso significa que son una amenaza pública. ¿Cómo no lo ves?"

"No sé qué idea tendrán los frodaleus sobre Jor, pero yo lo conozco y sé que están equivocados," pronunció ella por primera vez en tono firme, borrando la sonrisa de su rostro.

"Rit, estás ciega. No puedes pretender conocer a una persona por unas cuantas conversaciones, no puedes pretender saber más que un frodaleu."

"Di lo que quieras, Ble, pero mi instinto no me engaña. Por más frodaleus que sean, están equivocados. Nunca creeré que Jor no sea lo que yo sé qué es: un ser incapaz de hacer mal a nada ni a nadie."

"¿Eso significa que no nos vas a decir dónde se encuentra?"

"No te puedo decir lo que no sé, querido primo," respondió la cuestionada con seguridad.

"Entonces, no me dejas otra salida, Rit," anunció Ble, dejando escapar un suspiro y lamentando con sinceridad el hallarse en esas circunstancias.

Con un movimiento tajante de mano, indicó al colega que se encontraba parado en la puerta sirviendo de testigo, que trajera a la persona que estaba esperando fuera. Entró en la sala un supervisor de apariencia común, sin sus rasgos típicos que imponían respeto; este era más bien pequeño de tamaño, un tanto regordete y vestía una expresión distraída. Los interrogadores evitaron verlo de manera directa, haciendo obvia su incomodidad ante su presencia. Después de saludar con amabilidad a los concurrentes, clavó la mirada en Rit con una sonrisa. Un escalofrío recorrió el físico de la je-morina: su primo tenía razón, esto no era un juego, pero ya estaba metida hasta el cuello y no iba a vacilar en estos momentos. El recién llegado se le acercó, tomó una silla y se sentó al frente de ella con ojos concentrados en su rostro. La arrestada bajó la vista; por algún motivo, un mecanismo de defensa interno le comunicaba con firmeza, que no era una buena idea confrontar a aquel sujeto. La voz del nuevo desconocido la golpeó en forma implacable,

"Rit, levanta la cara y mírame a los ojos."

Era un sonido terso, mas no había como resitírsele. La prisionera acumuló toda su fuerza de voluntad para replicar y rehusarse, sin embargo, acató la orden: levantó el rostro y sus pupilas se fijaron en los del individuo que tenía al frente suyo.

"Perfecto, Rit. Ahora, dime, ¿dónde se encuentra tu amigo Jor y los demás que están con él?"

La aludida sintió que su cuerpo se tensaba, que una fuerza poderosa la apresaba, advirtiéndole que, si no obedecía, algo terrible le iba a suceder. Trató de desviar la visión, mas era imposible. No podía pensar, tenía que responder..., pero no podía decirles donde estaba Jor, no lo traicionaría, su vida y la de sus compañeros dependían de ella. No importaba qué tortura sentiría si no contestaba la pregunta, no lo haría, no lo haría...

"¡No!" gritó. "¡No! ¡Jamás les diré que Jor y los demás se fueron a la Ciudad de La Luz!"

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