Intento 101

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La mañana arribó con mayor rapidez de lo que a Isabel le hubiera gustado; dormía de manera profunda cuando la voz dulce de Tsi le llegó directa, como si le estuviera hablando al oído en forma suave, aunque lo suficiente clara para despertarla. Abrió los ojos y se sorprendió al ver que la pariente del Inventor no se encontraba en el recinto, donde había pasado la noche con ella y Mandi. Era una habitación pequeña, que de nuevo pareció agrandarse para acomodar a tres personas en vez de una. En el centro, pegada a una pared, se hallaba una especie de mesa con un colchón delgado más una cubertura; la piloto de Marios supuso era la cama. A su costado, había otra mesita de menor tamaño con algunos artefactos encima de aquella. Ambas semejaban estar hechas del mismo material que el de la caja en que Esteban había recibido el embudo de sordos: el otofix.

Las humanas dispusieron sus bolsas de dormir en el piso no bien entraron, mientras la je-morina abrió una puerta al fondo del cuarto por la que ingresó y salió, sin tardarse, en lo que las visitantes supusieron era su ropa de reposo: una camiseta holgada que le llegaba a mitad del muslo, dejando descubiertos sus brazos y piernas. La científica del Van Leeuwenhoek trató de no quedarse mirándola, sin embargo, no pudo evitar hacerlo por un rato para cerciorarse que sus ojos veían bien. El color de su piel había variado por completo, ahora era uno oscuro diáfano; un parecido impresionante al de la noche. Ella estaba segura que, si no fuera porque la camiseta que vestía era de tono amarillo pálido, hubiera sido imposible vislumbrarla una vez que la luz se hubiese apagado. Tsi actuó con la misma curiosidad; Isabel notó que las contemplaba con suma atención y, al mismo tiempo, tratando de evitar hacerlo para no importunarlas.

"Si desean pueden cambiarse," sugirió, "si quieren privacidad, siéntanse en la libertad de acceder a mi ropero para hacerlo. O a lo mejor no tienen esa costumbre... Disculpen mi ignorancia, sé poco acerca de ustedes."

La hija del chef se había quitado el enterizo, quedándose ella también con una camiseta, y se hallaba ya bien arropada dentro de su implemento pasar a soñar.

"Gracias, Tsi," respondió Isabel. "Pero aparte de lo que llevamos encima, no tenemos nada más."

"¡Es cierto!" replicó la nieta de Fle en tono mortificado. "¡Qué torpeza de mi parte! Si desean puedo ir de inmediato a la tienda a traerles algo..."

"No te preocupes," atajó Mandi. "La verdad es que ahora, lo único que necesitamos es dormir."

"Entiendo. Siendo así, les deseo buen descanso," y diciendo eso, la iluminación de la pieza se extinguió. Isabel terminó de acomodarse en su cama y cayó inconsciente al instante.

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Esteban advirtió la voz de Tsi irrumpiendo su mente e invitándolo a despabilarse. Era un tono apacible, pero nítido; era definitivo que tal sonido no era parte de su sueño. No sin un esfuerzo, se cubrió con su saco para aletargarse, ya que estaba semi-desnudo adentro de aquel. Abrió los ojos esperando ver a la autora del llamado cerca de él, mas solo percibió las siluetas de Samir y Alexander, sus compañeros de cuarto (Malcini y Samuelsen optaron alojarse en la habitación de los padres de su anfitriona, mientras que ellos se ubicaron en el salón).

El científico salió de su lecho vistiéndose con su enterizo de forma maquinal, tratando de hacer el mínimo ruido posible para no molestar a los jóvenes, que parecían no haber oído nada. Se preguntaba cómo era posible que él la hubiera escuchado con tanta claridad, a pesar de que no se encontrase con ellos, y cómo sus dos compañeros no se hubiesen percatado. Mientras trataba de pensar en una explicación lógica, sintió otra voz familiar que se dirigía a él,

"Buenos días, Humano Único, espero que hayas descansado bien."

"Buenos días, L-Hembra, ¿cómo has amanecido hoy?"

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