Intento 64

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Isabel y Esteban se levantaron muy temprano ese día, no habían reposado bien durante la noche. A eso de las cinco de la mañana, decidieron que no valía la pena seguir echados tratando de agarrar el sueño cuando en una hora deberían ponerse de pie. Salieron de sus bolsas de dormir, se cambiaron y empaquetaron sus cosas. No había mucha luz, puesto que ya no tenían la luna llena que los alumbrara, pero a la media hora el amanecer comenzó a saludarlos, y eso los ayudó a que vieran mejor y terminaran con mayor velocidad desarmando la carpa. Cargando todo, incluyendo a las compañeras del científico bien emplazadas en su hombro, entraron al Mario tratando de no hacer ruido. Los muchachos se hallaban inconscientes por completo; la verdad era que lo necesitaban y se alegraron el no despertarlos. Samir abrió los ojos por unos instantes, mas, ante el gesto de la conductora del avión que siguiera descansando, obedeció con gusto su sugerencia. Los dos se acomodaron en la cabina del piloto y agarraron los mapas para trazar el camino que debían tomar rumbo a Te-Rano, donde se encontraba Vaspulia.

Cuando Esteban le contó a Isabel lo sucedido con su libreta de apuntes, recordó por fin porqué el nombre de su destino final se le hacía conocido: era el de la casa erigida por la escultora Carina. Ella no provenía de la región, había nacido y crecido en Glujigh, una ciudad muy grande. El cientifíco sabía eso porque su madre conocía toda la vida de Carina y se la contó en numerosas ocasiones: que ella nunca fue a la escuela, sus padres le enseñaron en su hogar; que tampoco asistió a ninguna academia de arte, ella era de esos virtuosos innatos; que sus progenitores murieron al mismo tiempo en un accidente de avión cuando ella era aún muy joven, y fue cuando sus obras comenzaron a ser conocidas y venderse; que pasó toda su vida evitando a la gente, pero viajando por todo el mundo, como tratando de no dejar de conocer ni el último rincón del planeta, hasta que por fin una enfermedad congénita de lo más extraña se apoderó de su salud. No permitió que ningún médico la atendiera; al parecer esa era otra de sus excentricidades, se decía que Carina jamás visitó a un doctor en su vida. 

La artista decidió construir una casa en Te-Rano a la que llamó Vaspulia, donde vivió por el resto de sus años. Fiel a su estilo, utilizó una combinación de colores chillones tan singular, que hizo famosa a su morada. Cuando Carina murió, mucha gente quiso convertir su hogar en un museo, no obstante, el testamento que dejó era claro al respecto: Vaspulia debería servir como local de la escuela de arte que ella había fundado. Era una edificación amplia, pero no gigante, con un gran taller que resultó ser muy útil para el instituto. Convirtieron el resto en una cafetería y una pequeña biblioteca para los estudiantes que trabajaban en el taller. Como este lugar pasó a ser parte de la escuela de Artes de Carina, su nombre se perdió con el tiempo. Solo las personas interesadas en la vida de la renombrada mujer conocían ese detalle y una de ellas, por supuesto, era Mariana Tochigi.

Él recordó que su mamá varias veces le había repetido el hecho, que la casa de su escultora preferida, Carina, se llamaba Vaspulia. Ahora entendía el porqué: a pesar que su madre no había escuchado el mensaje de las luces en el Punto de Contacto, sin duda Carlamaría, el primer receptor de la misión, habría dejado dicho nombre como algo que también debería ser transmitido. Mariana lo había hecho en forma sutil, siempre cuidándose las espaldas para que fuera aprendido de manera casual y así evitar contar todo a su hijo antes que fuera necesario.

Durante la noche, Isabel y Esteban habían discutido la posibilidad de una conexión entre la misión y Carina, muy a su pesar, solo llegaron a conjeturas que no los llevaron a ningún lado. Lo bueno del caso era que ahora sí tenían la certeza, que Vaspulia quedaba en Te-Rano y que la puerta que debían abrir era la de esa casa o, por lo menos, que se encontraba allí.

"No hay caso," anunció Isabel en tono desesperado, "no me acuerdo con precisión la ruta indicada por el ocufix. Sé muy bien qué camino debemos seguir para Camfulhe porque ayer me fijé con cuidado para estar preparada para el vuelo de hoy, incluso tracé el trayecto. El resto de nuestro itinerario era un trabajo que se suponía iba a hacer hoy. Me acuerdo de algunos puntos, pero no con seguridad."

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