Intento 8

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"Pero, ¿qué es lo que tú quieres en realidad, Malcini? ¿Y qué tienes para ofrecerme tan importante como para asegurarme que eso es lo que yo quiero?" inqurió el alto rubio barbudo a su compañero de la mesa del café.

"Mira, Samuelsen, no te hagas el que no entiende. Fijo que la naturaleza te dotó de una gran estatura para compensar la pequeñez que encierra tu esbelto cráneo, pero es bastante claro ¿o me toca repetírtelo de nuevo?"

Jorgen Samuelsen vacilaba entre si molestarse o no ante lo que el pequeño barrigón le acababa de decir, sobre todo por aquello de esbelto cráneo. No le era claro qué significaba la palabra esbelto , aunque le parecía recordar que era algo bueno..., eso debía ser, puesto que más de una persona le envidiaba su físico estilo vikingo. Por otro lado, tampoco le convenía hacer una escena en un lugar público; ya había atraído la atención hacía unos minutos cuando se levantó de la mesa para irse, aparte de la admiración que, sin duda, había provocado su atractiva apariencia a la mesera que lo observaba en ese momento. Y eso era cierto, la camarera lo estaba viendo, preguntándose cómo alguien podía pasar tantos días sin bañarse ni lavarse la cabellera. ¡Este debe haber batido el récord! pensó, y se fue a atender a los clientes que acababan de llegar.

"Malcini, Malcini, no te estreses que me da miedo que explotes, ¡si vieras tu cara! ¡Parece un tomate más que maduro! No quiero que te dé un ataque cardíaco. No es porque me preocupe en un mínimo tu salud, sino porque a lo mejor tienes algo interesante para mí y si te me mueres acá no me vas a dar nada. Así que cálmate, toma un respiro hondo y cuéntame tu propuesta de nuevo, porque ayer la conexión del librel no era buena y no podía comprender bien lo que me decías."

La verdad era que la conexión del librel ayer funcionaba tan clara como siempre, no obstante, Samuelsen prefería que le explicaran las cosas más de una vez, a fin de estar seguro que lo que había entendido en la primera ocasión era lo correcto.

"Está bien. Ya me habían advertido que eras un tipo difícil, pero, me guste o no, tú sabes algo que yo necesito. Yurusalem Zodevilla, ¿dónde vive? Tengo que devolverle una cosilla que le pertenece y, como poseo un alma generosa, estoy tratando de localizarla. He buscado por todas las agencias de información habidas y por haber, y no he encontrado nada. Pareciera que hubiera desaparecido del planeta. Stephan me pasó el dato que tú la conocías bien y que tenías que saber dónde se encontraba. Si me dices dónde está, estoy dispuesto a pagarte muy bien por el dato. Claro, después que la vea y le devuelva lo que le pertenece."

El cuestionado se quedó ensimismado, trataba de digerir lo que Malcini le había explicado y cavilaba qué respuesta le convenía dar para sacar alguna ganancia de dinero. La realidad del asunto residía en que, a pesar de lo guapazo y elegante que soy, él se hallaba en bancarrota; estaba más pobre que una rata, el dinero le urgía a gritos. Entonces, lo primero que debía averiguar era cuánto efectivo podría recibir, aunque debía tener cuidado, no vaya a ser que el enano este se diese cuenta de lo necesitado que andaba y se aprovechase de ello. Sutileza, Jorgen, sutileza..., por suerte él era un artista en lo que a sutileza se refería:

"¿Cuánto dinero me vas a pagar?" preguntó.

"Bueno, tú sabes, Samuelsen, estos tiempos son difíciles y..."

"Pero, ¿cuánto me vas a pagar?"

"Yo no soy ningún millonario, como tú bien entenderás. Lo importante es que pueda devolverle a Yurusalem Zodevilla lo que tengo de..."

"Malcini, ¿me vas a pagar o no?" volvió a cortar el gigantesco rubicundo con un tono un tanto amenazador.

"Pues sí, claro que te voy a pagar. 1500 Nokras, ni más ni menos, lo cual es una oferta muy generosa."

"¡¿1500 Nokras?! ¿Quién crees que soy yo? ¡Si quieres la información te costará por lo menos el triple de eso!"

"El triple está fuera de mi alcance, Samuelsen. Pero te podría dar el doble de la mitad de las 1500 Nokras, ¿qué te parece?"

"¡Ah yaaa! Si es el doble, es otro cantar," anotó el altote con un suspiro de satisfacción junto con el esbozo de una sonrisa; con certeza, él era un genio haciendo tratos de negocio.

"Perfecto. Entonces, desembucha dónde puedo localizar a la Zodevilla y apenas la encuentre te mando el dinero."

"No."

"¿Cómo que no?"

"¿Tú crees que soy tonto, Malcini? Si te cuento donde está Yurusalem Zodevilla, seguro que te desapareces y no me pagas lo que me debes. Así que mi respuesta es no. Primero me pagas, y después te digo dónde la puedes encontrar."

"Y qué, ¿soy yo un tonto también? ¿Quién me garantiza que la dirección que me des sea la verdadera y no una que te estás inventando?" contraatacó el aludido.

Justo en ese instante se acercó la mesera,

"¿Desean pedir algo más?"

"¡No!" gruñeron los dos hombres al mismo tiempo. Y al verlos con caras tan enojadas, la muchacha no pudo evitar preguntarles,

"¿Podría ayudarlos en alguna otra cosa?" en caso que el café tuviera sabor rancio o que su servicio hubiese dejado qué desear.

"No creo...," inició a contestar Malcini, sin embargo, fue interrumpido por su compañero, que le pareció buena idea meter conversación a la joven que lo había estado observando. Pobrecita, es inevitable caer enamorada del guapazo de Jorgen Samuelsen, pensó y añadió en voz alta:

"Tenemos una pequeña discusión. Mi amigo acá ha ofrecido una recompensa a la persona que le diga dónde se encuentra su perro perdido. Yo vi a su perrito y le puedo decir dónde está, pero él no quiere pagarme hasta no reunirse con su mascota, y yo no quiero decirle dónde la puede ubicar si no me paga antes."

"Pues es muy simple," repuso con una gran sonrisa la chica, ya que consideraba que su veredicto salomónico iba ayudar a algún animalito extraviado. "Usted, señor," enunció, dirigiéndose al rubio gigantón, "solo tiene que llevar a su amigo al lugar donde vio por última vez al can, y en el momento que él note que su perrito está allí, él le paga la recompensa prometida y listo."

Malcini y Samuelsen se clavaron la mirada: a ninguno de los dos le apetecía viajar juntos, mas, al parecer, no tenían otra alternativa. Sin pronunciar ni un gracias, se pararon y partieron. Grande fue la sorpresa de la muchacha cuando el encargado de la caja del café le dijo que el par no había pagado por adelantado, como se suele hacer, y que a ella le tocaba reembolsar lo que consumieron por ser la responsable de esa mesa. Es definitivo, sentenció para sí, los animales son mejores que las personas.

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Este capítulos se lo dedico a BeaLebrun escritora y talentosa artista que me ha ayudado muchísimo desde mis primeros días en Wattpad. Este es para ella que disfrutó de su humor y le hacen mucha gracias este par de compinches. Una cosita pequeñita en forma de agradecimiento GRACIAS Bea!

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