Intento 136

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Un amarillo dorado, luminoso como pocas veces visto, invadió el cuarto de paredes transparentes que tenían al frente. Los presentes miraron con ojos más que abiertos hacia esa dirección, conteniendo el aliento ante tal espectáculo. No duró demasiado, ni siquiera dio tiempo a los guardias de seguridad para apretar la combinación de botones que clausuraba la habitación de manera automática, ya que se hallaban apostados en la puerta y los comandos estaban ubicados sobre la consola donde se encontraban, lívidos como muñecos de cera, Raymundo, el Prof. Quispe y Vania. Al desvanecerse la luz, una especie de neblina se apoderó del recinto por la que, poco a poco, se pudo divisar la silueta de cinco personas. Una de ellas parecía haber colapsado y ahora intentaba levantarse del piso, mientras se percibía que otra trataba ayudarla.

"Debemos sellar el cuarto," dijo uno de los custodios.

"No, espérate," repuso el que semejaba ser su superior, "acerquémonos primero a ver quiénes son."

"Pero el reglamento dice que..."

"Ya sé lo qué dice, mas aquí mando yo," replicó ladrando el otro ante la objeción de su compañero. "Y yo digo que vayamos y se acabó," terminó ordenando. Después de tantos meses de pasarla parados vigilando un cuarto, por fin se presentaba algo de acción, él no iba a desperdiciar esa oportunidad.

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"Mandi, ¿estás bien?" preguntó Alex al notarla tendida sobre el piso.

El viaje de retorno había sido tan rápido o tan lento como el anterior. La verdad era que Samir no tenía la menor idea de cuánto había durado. Toda memoria acerca de aquel se había borrado, incluso si cerraba los párpados para tratar de recuperarla solo le llegaba la sensación de..., nada. No iba a perder el tiempo en eso, ya había experimentado lo exacto cuando llegaron a Je-Mor; varias veces trató de recordar qué había sucedido entre el momento que ingresaron al cuarto de Vaspulia y el que despertaron semi-inconscientes en la base de Francestomia, siempre con el mismo resultado: su mente en blanco como las paredes del Einstein.

Esta vez, no sufría de la debilidad que tuvo mientras su físico se adaptaba al medio ambiente de un nuevo planeta, después de la transfusión de la sangre salvadora por parte de Esteban. En esta ocasión, sus sentidos se encontraban alertas. No, era un poco más que eso. Una sensación conocida para él inició a surgir apenas advirtió la neblina que los tenía envueltos: las ansias que cuando esa se disipara se hallaran en un lugar organizado, perfecto, con personas que actuasen en forma lógica, que pensasen de modo inteligente y sin cometer ningún error. Ahora tenía que concentrarse con gran intensidad, algo le decía que necesitaba de todas sus fuerzas para poder controlarse. Su atención se desvió al pasar la vista a su costado; su amiga de Analucía alargó la mano con el fin apoyarse en su hombro, pero no fue lo suficiente veloz, sus piernas cedieron ante el peso de su cuerpo y cayó al piso como un saco de papas.

Samir sintió que la rabia iniciaba a ganar una parte de su pensamiento. Mandi, ¿estás bien? ¿Qué tipo de pregunta absurda e imbécil era esa? Por supuesto que no estaba bien, no podía Alex notar, ¿cómo ella trataba de levantarse sin que sus músculos le respondieran? ¡La posibilidad que estuviese bien era de 0.034%! En lugar de hacer una interrogación tan estúpida, este pelirrojo bueno para poco debía tratar de ver, si se había hecho algún daño con el golpe que su cuerpo había recibido al desplomarse de modo tan abrupto; justo lo que él iniciaba a hacer, en vez de gastarse la vida en preguntas inútiles.

Esteban se acercó en esos momentos donde la sobrina de Samuelsen,

"¿Qué sucedió?" inquirió consternado.

Otro gasto de energía sin sentido, pensó el chico de Lobla entretanto observaba que el médico iniciaba a auscultarla, a fin de identificar qué podían hacer para prestarle ayuda.

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