Intento 59

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 "Este café no está tan bueno como el que tuvimos en el NatuArenas."

"Tampoco se puede comparar con el que preparan en La Familia."

"Ese nunca lo probé."

"Por supuesto que no, si te la pasaste durmiendo en el cuarto."

"No dormía, vigilaba y estaba alerta. Yo ya te he explicado que teníamos que pasar desapercibidos, ¿cuántas veces tengo que repetírtelo?"

"Bueno, te perdiste los mejores croissants y chancays que jamás he probado."

"Tal vez, pero no puedes negar que estos churros están deliciosos."

"Buenos son, sí," afirmó dando un buen mordisco al que tenía delante suyo y continuó hablando con la boca llena: "pero he comido mejores en una bodeguita pequeña que hacía todo con productos de comercio justo."

"¿Comercio qué?" interrogó su compañero.

"Comercio justo, te explico..."

La mesera hacía un buen rato que observaba a los dos regordetes sentados en la mesa. Ya habían pasado poco más de dos horas ubicados allí, frente a la ventana que daba a la salida y llegada de Marios del aeropuerto de Camfulhe. Se preguntaba qué tanto estaban haciendo... Por lo menos se hallaban comiendo bien, ya era la tercera ronda de cafés que les había servido, junto con una media docena de platos de churros. El bajito era poco amable, más bien malcriado, ya le había hecho cambiar su café cortado por un cappuccino, diciendo que el primero era intomable. El altote, que parecía salido de una leyenda vikinga y que a todas vistas necesitaba un baño a gritos, no dejaba de lanzarle sonrisitas cada vez que se acercaba. Por lo menos están consumiendo y pagarán una buena cuenta, se dijo.

"¿Y cómo es que tú sabes de eso, Samuelsen?"

"Mis padres siempre trataban de comprar productos de comercio justo y..."

"Ahora que lo pienso, Samuelsen," interrumpió Malcini, que no estaba interesado en saber sobre la familia de su asociado, "nunca hemos discutido de cómo es que tú estuvieras enterado en cuál ciudad vive Yurusalem Zodevilla. Yo estuve investigando por todas las fuentes oficiales y otras no tan oficiales, pero nadie sabía qué se había hecho de ella, hasta que por fin me indicaron que debía contactarte."

"Euh...," murmuró su interlocutor, tratando de pensar cómo responder esa pregunta. "Bueno, Malcini, la historia es que yo tenía una pequeña tienda que vendía productos para el baño; jabones, champús, sales..., en fin, todas esas cosas para que la gente esté de lo más limpia y fresca."

"¡¿Tú vendías qué?!" exclamó el otro asombrado en extremo, imaginándose en como él reaccionaría entrando a un local de venta de artículos para el aseo personal donde el dueño pareciera necesitar uno con suma urgencia.

"¿Qué tanto te sorprende, Malcini? Yo soy un hombre de negocios, por si no lo has notado. En fin, en mi tienda vendíamos solo mercadería de comercio justo, obviamente. Era pequeñita, pero tenía mi clientela y mal que bien sobrevivía. Al cabo de un tiempo, se mudó en el barrio un gran local de la competencia, sus productos eran los de moda y más baratos porque no eran de comercio justo. Muchas personas dejaron de venir, aunque siempre tuve algunos clientes fieles que continuaban comprando mi mercancía por el hecho de ser de comercio justo. Pero igual ya no podía cubrir mis costos y tuve que cerrar el negocio. Fue entonces cuando tú me llamaste para ayudarte a ubicar a Yurusalem."

"Entiendo. Eso me dice porqué decidiste ayudarme, pero no me explica cómo es que sabías dónde se encontraba y..."

"Ahhh, quinteto para clarinete y cuarteto de cuerdas en Si menor de Brahms," irrumpió el rubio altote con un gran suspiro. "Por fin mis oídos pueden descansar, ya no aguantaba un segundo más de Chaupello. Sé que es un clásico muy importante, pero su música nunca me llenó, me parece muy estridente, ¿no crees, Malcini?"

"A sí, claro, claro. Brahms es mucho mejor, sobre todo cuando toca la guitarra eléctrica."

"¿Guitarra elect...?" inició a replicar su socio, sin embargo, recapacitó de inmediato. Malcini se encontraba de buen humor hoy, mejor no contradecirlo, sobre todo si con eso podía disfrutar de un momento de tranquilidad acompañado de Brahms.

"Y a todo esto, Samuelsen, ¿cómo es que tú también sabes de música? No digo que sepas más que yo, se ve a las leguas que no es el caso, pero no puedo negarte que algo conoces."

"La música viene por mi familia, Malcini."

"Por lo visto tu familia es musical y promotora de comercio justo, vaya combinación."

"Justo, Malcini, justo," y en ese momento sintió que su librel vibraba y se dispuso a echarle una ojeada. "Es un mensaje de la Policía Internacional," le explicó a su compinche que lo miraba con curiosidad. "Dicen que todavía no saben nada de mi pariente Isabel Simas y que se comunicarán conmigo apenas tengan noticias. También me piden que yo les hable de inmediato en el caso que ella me contacte."

"Bien. Como te dije cuando llegamos acá, no tenemos que estar buscándola por todos lados, el cuento que inventé de parentesco tuyo con esta Simas está haciendo que la Policía Internacional trabaje para nosotros. Soy un genio, ¿verdad?"

Samuelsen no contestó por hallarse un tanto confundido. Si bien recordaba, fue él quien cocinó la historia del parentesco, mas a lo mejor se equivocaba y no había sido su idea...

"Es una maravilla," continuó el panzón de escasa cabellera, "porque lo único que tenemos que hacer es vigilar este aeropuerto y ver si se aparece el Mario que rentó Simas. El resto de Camfulhe está invadido con agentes de la Policía Internacional, así que si entran a la ciudad por otro medio, ellos los detendrán y nos pasarán el dato."

"Pero lo que no me queda muy claro, Malcini, es, ¿por qué tenemos que estar acá mirando a los Marios? Yo veo que este aeropuerto también está plagado con oficiales de la Policía Internacional, ellos igual nos avisarían si el Mario que alquiló mi supuesta prima aterriza acá."

"Samuelsen, Samuelsen, igual tenemos que trabajar, se vería muy mal si estuviésemos sentados en algún café sin hacer nada, ¿no crees?"

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