Intento 114

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L-Hembra volteó a ver qué hacía la criatura también en ese momento y, al igual que Esteban, se dio con la sorpresa de encontrarla ocupada, sujetando la mano de Isabel dentro de sus fauces con firmeza. La lagartija partió al instante y veloz como un parpadeo del hombro del científico, terminando en uno de los ojos de la rareza con patas, al que le plantó el mordisco de mayor fuerza que hizo en su vida. De inmediato, la monstruosidad abrió la boca y la piloto del movilizador pudo sacar su miembro. La valiente reptil retornó con tal rapidez, que no dio oportunidad para que el enemigo pudiera atacarla, pasando por la rendija más cercana al otro lado de la barrera. El varón del grupo ya se había lanzado al piso fuera del cercado y se hallaba auscultando la herida de su pareja.

"¿Por qué hiciste eso?" le preguntó, entre desesperado, molesto y preocupado en grado sumo.

"Fue lo primero que se me ocurrió cuando vi abalanzarse al monstruo hacia ti. Tenía que distraerlo de alguna manera para que tuvieras el tiempo de subir. Al parecer, mi mano fue un buen anzuelo. ¿Cómo anda? Puse la que está mal y no he sentido nada."

Esteban sostenía con gran delicadeza la susodicha entre las suyas,

"No parece haberte roto ningún hueso por suerte, pero los cortes no son nada buenos."

"L-Hembra, ¿te encuentras bien?" irrumpió de pronto Isabel en tono alarmado, "no te vas a..., me refiero a que mordiste muy fuerte y..."

"Exultando perfección estoy, Pareja del Humano Único. Nuestro veneno no sale de modo automático: cuando nuestros esbeltos dientes, se cierran fuertes, control tenemos del líquido letal. De no ser así, ¿cómo haríamos para comer? ¿Cómo haríamos para cazar? ¿Cómo haríamos par..."

"Regresemos ya al movilizador," interrumpió esta vez el hombre de ojos rasgados, antes de que su pequeña compañera les diera una lista interminable de ¿Cómo haríamos para...? "Debemos lavar bien tu mano y desinfectarla. Creo que tendré que ponerte algunos puntos. Espero encontrar algo para eso."

"No te preocupes, Esteban, tengo cosas que te pueden servir. Ya sabes que siempre cargo con ese tipo de cosillas porque uno nunca sabe."

Él sonrió y los tres se dirigieron deprisa a su transporte, llegando en pocos minutos. El científico lavó y desinfectó con esmero las lesiones, después inició a coserlas con gran cuidado y destreza profesional, alegrándose sobremanera que la mano y parte del brazo se encontraran entumecidos por completo, de no ser así, hubiera sido una operación bastante dolorosa. Mientras hacía ese trabajo, escuchó a Isabel agradecer a su amiga  reptil su intervención; se requería gran coraje para actuar como lo hizo, arriesgando su vida sin titubear. L-Hembra respondió con un simple: No fue nada, así soy yo de osada, mas ellos pudieron distinguir con claridad el brillo de orgullo en los ojos del animalito del Punto de Contacto.

Una vez el médico hubo terminado su labor, revisó su trabajo de sutura, cerciorándose que no necesitara hacer ningún punto extra, y dejó relajar por fin su cuerpo  en el asiento que ocupaba.

"Listo," anunció, y en tono de disculpas agregó: "Lo siento, Isabel, tu mano va a quedar con varias cicatrices, no veo cómo evitarlo."

"Ya sé, Esteban, no te inquietes por eso. Pero... ¿voy a poder usarla sin problemas después?"

"No veo porqué no. Lo que sí, prepárate para notarla rara al inicio por lo que tiene varios puntos."

"¡Por lo menos si la pudiera sentir!" exclamó ella con ánimos de hacer un chiste y sacarle una sonrisa a su interlocutor, sin embargo, él se hundió más en su silla con expresión de culpabilidad.

De improviso, Isabel se dio cuenta lo cansado que parecía y, por cómo ella se sentía, sin duda debía verse igual.

"Bueno, no hay tiempo para más, tenemos que irnos ya para Crunjick. Dime qué tengo que hacer para volar esta cosa," solicitó el hijo de Mariana

"Si quieres partimos ahora mismo, pero como estamos, ni hablar que podremos conducir hasta Crunjick sin cometer algún error grave. Tenemos que dormir algunas horas, Esteban, si no, es más que seguro que terminaremos accidentándonos." Y consultando su SPG: "Mira, a media hora de vuelo de acá hay otro estacionamiento público para movilizadores y, por lo visto, hay más que suficiente espacio para nosotros. Vayamos allá a descansar."

"Pero eso significa llegar tarde y tiempo es un lujo que no tenemos, Isabel."

"Entiendo, pero tampoco podemos arriesgarnos a no llegar nunca por estrellarnos en el camino, ¿no? Y te garantizo, que no podemos volar por mucho rato en estas condiciones en que estamos los dos."

"Está bien," aceptó él, sabiendo que ella tenía toda la razón, sintiendo que iba a ser un gran esfuerzo el hecho de estar alerta por todavía media hora extra. "Hagamos como tú dices, partamos ya, ya."

Isabel indicó a Esteban cada movimiento y cada paso necesarios en forma clara y precisa, y su aprendiz los cumplió sin mayores tropiezos. Arribaron con cero novedades al nuevo parqueo en media hora, tal como ella había calculado. Ambos se quedaron dormidos ni bien cerraron los ojos, el mundo hubiera podido explotar a su alrededor y ellos no se hubieran dado cuenta.

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