Intento 104

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 "¡Oooh, yea, maaaaama!" fue la expresión utilizada por Jorgen Samuelsen al ver entrar a una nueva clienta. La mañana estaba resultando tranquila sobremanera; solo dos personas habían asomado las narices en la tienda, aunque ambas habían comprado una prenda cada una. Por lo menos habían hecho alguna venta.

Samuelsen había pensado que su compañero se iba a aburrir rápido del asunto y que se iría a pasear o a dormir en la casa al cabo de un rato. Sin embargo, su socio lo sorprendió quedándose con él entusiasmado en grado sumo, acomodando y reacomodando la ropa aunque no lo necesitara. Incluso se la pasó un buen tiempo en el almacén estudiando la ubicación y la lógica de su organización, para que no le llevara mucho encontrar algo cuando un potencial comprador se lo solicitara.

Malcini no pudo dejar de oír el comentario de su socio así como la recién llegada que actuó con disimulo, examinando con detenimiento un vestido, pero delatándose con una sonrisa de satisfacción y lanzando una miradita coqueta al vendedor alto que, sin lugar a dudas, no era Sru. Si bien el papá de Tsi era alto,  lucía bastante más delgado; este de acá tenía atractivos rollos de grasa por todas partes y, según ella ¡estaba para comérselo de guapo! No todos en su planeta tenían su suerte de ostentar grosura no muscular por diferentes zonas de su cuerpo. La mayoría de las personas comían lo requerido por su organismo; ni más, ni menos. No obstante, existían los pocos como ella, que adquirían raciones de alimento extra cuando había sobreproducción, las que almacenaban y consumían, aumentando su absorción de energía por encima de la norma. No muchos lo hacían porque un incremento de peso significaba, por lo general, disminuir su capacidad física. Sin embargo, algunos no tenían ese problema (era una rareza genética) y si lo deseaban podían gratificarse comiendo extra, siempre y cuando hubiera exceso de productos, claro está. Nunca a nadie se le ocurriría tomar más alimento del necesario, si no fuera porque sobrara un poquitín de algo aquí y allá.

Rit se acercó con paso ondulante, observando directo a los ojos de Samuelsen, el que también la veía en forma intensa,

"¿Es usted nuevo por acá?" le preguntó.

"Los dueños salieron de viaje para las celebraciones y he venido a reemplazarlos. ¿En qué podría ser de servicio a tan hermosa damisela?"

La compradora no pudo resistir una corta risita juguetona ante el saludo del hermoso ese; el guapazo sabía cómo dirigirse a la clientela.

"Estoy buscando un vestido especial para las celebraciones. No es que no esté de acuerdo con el principio de: no tener más de lo que uno necesite, pero ya sabrá usted, que este año hubo superproducción de material y nos podemos dar una indulgencia adquiriendo un atuendo nuevo para ocasiones especiales, si el que teníamos ya está viejito. Bueno, ese es mi caso. El problema es que no me decido, ¿cuál me recomendaría como el mejor para mí? ¿El que acentúe mi belleza corporal?" terminó diciendo ella, dando una vuelta sobre sí misma, mostrando su físico de tal forma que a su interlocutor le temblaron las piernas.

"Ehem," carraspeó el comerciante para aclararse la voz, y tragando saliva contestó, "Estoy seguro que cualquiera de nuestros modelos le caerían de maravilla, a pesar que una dama tan esbelta y hermosa como usted hace palidecer a cualquier prenda."

Y pronunciando aquello, Samuelsen se apresuró para atender a Rit a elegir una ropa. La fémina sabía desde que entró cuál modelo quería, no obstante, deseaba seguir hablando con el encargado, que resultó tener un nombre muy largo y complicado: Jorgen. Fue así que terminó probándose casi todas las diferentes opciones, además de tomarse un largo período para escoger el color. Malcini acabó siendo el más ocupado, sacando uno y otro vestido de diversos matices. Cuando por fin la clienta parecía contenta con el contraste entre el tinte del traje y su tez, de pronto decidía que ese tono de piel no era el que le convenía mejor, cambiándolo a uno distinto que ya no combinaba bien con el de su atuendo. Tsi no les había advertido que los seres de su especie tenían la capacidad de cambiar el colorido de su piel a voluntad, mas ambos vendedores reaccionaron ante esa sorpresa en forma magnifica, haciéndose como si fuera una cosa de todos los días.

Por fin, después de más de una hora, Rit ya no pudo encontrar otra excusa para alargar su estadía en la tienda y escogió el modelo que le había llamado la mirada desde el inicio.

"Muchas gracias por su atención, fue todo un placer hacer mi compra con usted, Jorgen," dijo ella a modo de despedida.

"Créame que el placer ha sido todo mío, espero la tengamos de regreso pronto."

"¡Oh! Me gustaría muchísimo volver, pero la verdad es que ya no necesito ninguna otra cosa, entonces, no puedo regresar a adquirir nada. Claro, que si a usted no le molesta, podría venir igual para visitar y conversar un rato...," repuso la aludida, con la sonrisa más seductora que pudiera dibujar.

"Sería todo un honor que se diera el tiempo de intercambiar unas cuantas palabras con nosotros. Como puede ver, mi ayudante acá es muy eficiente, así que creo que puedo dejarlo a cargo de la tienda, mientras nosotros podríamos dar un paseo."

Malcini quiso protestar, a pesar de lo cual, la je-morina fue más rápida que él en responder.

"Maravilloso, ¿le parece bien, Jorgen, si mañana vengo cómo a esta hora? Una caminata siempre me cae excelente, y qué mejor que acompañada de un caballero tan galán como usted."

"Acá la estaré esperando, agradecido de que comparta su tiempo conmigo."

"Yaba. Entonces, ¡hasta mañana!" reafirmó ella, dando media vuelta y partiendo de la tienda, dejando atrás a alguien que, desde ya, se hallaba contando los minutos que le quedaban para verla de nuevo.

"¿Samuelsen, te has vuelto ¡LOCO?!" despertó Rigoletto de su ensueño a su asociado. "¿A quién se le ocurre hacer una cita con una criatura de este mundo?"

"¿Cuál es tu problema, Malcini? ¿Celoso que desde que entró a la tienda Rit no tuviera ojos más que para mí?"

"¡Celoso un cuerno, Samuelsen! Trata de pensar un poco, aunque ya sé que eso es pedir demasiado, pero trata igual. ¿No ves que estás arriesgándote a delatar que no eres de Je-Mor? ¡Cualquier detalle hará notar que no te comportas como los de aquí!"

"No hay peligro que eso suceda, Malcini, solo vamos a caminar un rato, ¿qué puede pasar durante ese tiempo?"

"Miles de cosas, Samuelsen, ¡miles de cosas!"

"Mira, Malcini, esta tarde cuando estemos con Tsi, le pediré más información acerca del comportamiento de los seres de por acá, y con eso bastará a que mañana todo vaya bien."

"No, Samuelsen, es demasiado riesgo que salgas con...," pero justo en ese momento otro cliente entró a la tienda y el sujeto de baja estatura con prominente batriga enfocó toda su atención en su trabajo una vez más.

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