Intento 60

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A Samir le tomó unos cuantos segundos evaluar la situación: Esteban se encontraba colgando con firmeza gracias al arnés; el nudo que hizo justo después del tirón de la cuerda lo sostendría por un tiempo relativamente ilimitado; el viento estaba cobrando mayor fuerza y se hallaba balanceando al científico en forma cada vez más peligrosa; había una gran posibilidad que cuando la corriente de aire aumentase lo empujaría a golpearse contra la pared de roca; tal golpe, hecho una y otra vez, tendría 99.7% de probabilidad de causar algunas contusiones en su compañero, 83.8% que se rompiera algún hueso y  el porcentanje de riesgo de que se golpeara la cabeza en forma fatal era de... El chico del Einstein no quería ponerse a calcular eso último, sin embargo, sabía que era una amenaza real. La única forma de evitarlo era que él subiera un nivel adicional para llegar a la terraza, desde donde podría izar a su pareja de escalada. Sin embargo, para alcanzarla, iba a tener que desviarse del camino trazado en su mente porque contaba con menos cuerda: ya no existía la que se suponía iba a tener cuando Esteban hubiese arribado, a la posición en que ahora se ubicaba el muchacho Hafar, porque él no iba a llegar allí. Por esa razón, no podía desviarse para usar la saliente que se localizaba un poco más allá, debía tomar una ruta directa a la terraza y, para eso, necesitaba poner un camalote con un mosquetón y cinta estribo; sin ese apoyo no podría abordarla.

El problema residía en el detalle, que Samir ya no tenía ninguno de aquellos dispositivos. Había calculado todos los que debía utilizar para la subida, fue así que trajo consigo el número exacto, ninguno de más. Y ahora resultaba que lo que urgía era ese uno extra. ¡Rayos! ¿Cómo no tuvo en cuenta la posibilidad de algún imprevisto? Él había computado de antemano y de manera automática la eventualidad de requerir en exceso de los que pensaba, no obstante, siendo la probabilidad tan mínima, de menos de 0.3%, decidió que estaban a salvo con el número que tenían. 

¡Tarado! ¡Mil y más de cien mil veces, tarado! se recriminó. Isabel había tenido la precaución de traer extra de todo y eso les había garantizado comida para los pasajeros sorpresa. ¿Cuál era la probabilidad que tuviera polizontes en el Mario? ¿0.02%? Sin duda, habían hechos que no se podían calcular, ¡él debería haber tenido el suficiente sentido común para saberlo! Pero el Einstein no te preparaba para eventualidades ilógicas, ¿no era por eso que quería apartarse de él para aprender en realidad? Y ahora este error podía costar demasiado caro... Rápido, Samir, se dijo, algo se te tiene que ocurrir, piensa...

El viento sopló de nuevo y esta vez empujó al científico con mayor intensidad, estrellándolo contra la pared.

"¿Estás bien, Esteban?" preguntó su tándem de escalada de lo más inquieto.

"Sí, fue solo un golpetazo, no te preocupes. Pero ¿qué pasa que no me levantas?"

"¡Necesito un camalote y un mosquetón con cinta estribo para llegar a la terraza!" gritó él.

"¿Por qué no bajas un poco y tomas uno de los que ya usamos?"

"No puedo hacer eso, tu cuerda se quedaría flotando más en el aire, dando ventaja al viento para balancearte y que te golpees con mucha más fuerza."

"Eso no me hace gracia, este fue un buen topetazo, no me gustaría que se repitiera."

El estudiante de Lobla calculó la intensidad del aire. Si no hacía algo pronto, sin duda se iba a duplicar el baile.

"Samir, ¿eres un buen cátcher?"

"Que si soy un buen... ¿A qué te refieres, Esteban?"

"Isabel me dio unos camalotes, mosquetones y cintas estribo. Dijo que no estaba demás llevar extras. Prepárate para recibir uno, me dices cuando estás listo para lanzártelo."

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