EPÍLOGOS

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Epílogo 4: sobre herencia genética, yaba y chapatis


 "Disculpa, Samir, que la cocina esté hecha un desastre, pero hoy tuve una reunión con Justicia Comercial en la casa, así que no he tenido ningún segundo para nada. Tuve suerte que los mellizos se portaran bien porque durmieron en su siesta."

"¿Por eso se están desquitando ahora?" preguntó Mandi, al escuchar los gritos que venían desde la sala.

"Mejor voy a ver qué pasa... ¿Pueden terminar de preparar la cena? Tu papá no debe tardar en llegar, Mandolina," y Yurusalem partió sin esperar respuesta.

El estudiante del Einstein vio con una sonrisa a su alrededor, la cocina semejaba un campo de batalla, mas no le molestaba en lo absoluto; las pastillas que tomaba habían controlado su ansiedad frente cosas como esa. Era cierto que dependía de ellas, no obstante, valía la pena; resultaba lo mismo que Mandi con las suyas, eran algo necesario. Al parecer, las ondas magnéticas de Delik no habían afectado de la misma forma a su planeta como lo hicieron con Je-Mor: donde curaron muchos de los males como el que la hija del chef y él tenían. Era lógico, reflexionaba Samir, puesto que el medio ambiente de este mundo era diferente al del que habían visitado.

Hoy era el último día que le quedaba de su fin de semana largo en Analucía, y tendría que esperar unos dos meses antes de verse con la captora de su corazón de nuevo; pero después llegaría el verano y otra vez se hallarían, al trabajar juntos en el NatuArenas. El año había transcurrido con rapidez, visitando él o visitando ella, y conversando sin cesar a través de sus libreles. El próximo sería más simple (¿o quizás no?) porque habían escogido estudiar en la misma ciudad.

"¿Piensas que está bien de sal?" inquirió Mandi mientras acercaba una cucharadita con salsa al chico.

"Está yaba."

"Bueno. Hazme acordar, por favor, de darte un poco de alfajorcitos de miel que hizo mi mamá ayer, los hizo especialmente para mandárselos a Alex que le encantan."

"Ya. La verdad es que a quien le gustan es a Ayana. Alex no los puede ver, aunque se los come igual."

"¿Y cómo anda Vania?"

"Yaba."

"La inventora de yaba, está yaba," repitió ella. "Siempre me pareció loco que también usaran esa palabra donde Tsi."

"¿Cierto? Justo andaba pensando en eso," contestó Samir, al que todavía le sorprendía cómo muchas veces él y Mandi cavilaban sobre la misma cosa al unísono. "Creo que tiene que ver con herencia."

"¿Quieres decir que Vania viene de Je-Mor o algo así?"

"Algo así. Mira, Fle curó al ancestro de Esteban y al de Samantha Lloyd; al hacerlo transfirió un código biológico que fue pasado de generación a generación para que, mezclado con el veneno de L-Macho, pudieran sobrevivir el ambiente de su planeta, ¿verdad?"

"Sí, ya sé, ya hablamos de eso."

"Yaba. Mi teoría es que, cuando Samantha Lloyd dio parte de su configuración genética a Vania para que fuera su hija, también le pasó parte de esa herencia biológica y por eso sacó lo de yaba."

"Pero yaba es una palabra, ¿estás diciendo que las palabras se pueden heredar?"

"¿Quién sabe si el lenguaje es hereditario? No sé, pero si bien es cierto que aprendemos los idiomas, en algún momento sus palabras tuvieron que nacer. De repente Vania heredó de la persona que pronunció yaba por primera vez."

"Imagínate, eso es..., es... ¡yaba!" exclamó la muchacha y los dos comenzaron a reír.

"Casi está listo esto, solo faltan los chapatis y ya," indicó la joven de Analucía. "Me alcanzas la harina por fav..."

"¡Mandolinaaa! ¿Puedes llevar un par de huevos a La Familia? Liu acaba de llamar, dice que su mamá los necesita ahorita."

"¡Ahí voy mamaaá!" respondió Mandi igual con un grito. Y mientras se quitaba el mandil: "Samir, te va a tocar preparar los chapatis."

"¿Yo? Ya sabes que a mí no me salen bien, casi nunca se inflan cuando los cocino."

"No importa, Samir, has el intento."

"Pero, Mandi, la probabilidad que se inflen perfectos es de 0. 057% más o menos."

La chica le lanzó una mirada que él ya conocía muy bien, ella no necesitaba repetirle las mismas palabras otra vez: si hubieras calculado la probabilidad que un grupo de chiquillos, dos adultos, más dos semi-criminales no muy brillantes salvaran a mundos ayudados por dos lagartijas, fijo el resultado iba a ser de 0.000%, pero igual hicimos el intento.

"Yaba, Mandi," dijo Samir y le dio un rápido beso antes que partiera. "Voy a hacer el intento."

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