Parte 8 Maratón (4/5)

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Pero aquí entre "nos", ¿Estarías muy "caliente" al sentir a Diego así? (preguntó Luján).

-¿Laneta?...Sí, mucho...con decirte que me puse..."húmeda"...

-¿Húmeda? (preguntó Lupita).

-Tú sabes...allí...(contestó Roberta, haciendo un gesto significativo con la mirada hacia abajo).

-¡Jesús! (replico Lupita escandalizada).

-¿En serio? ¡Menudo calentón! (dijo Luján).

-¡Amigas, no sé como Diego y yo no terminamos haciendolo!

De repente sono el movil de Roberta anunciando que tenía un mensaje de texto; ella lo leyo pronto, y se puso nerviosa.

-¡Es Pepa! ¡Ya llegaron a casa!

-Bien, que quieres que hagamos (preguntó Luján).

-Bueno, es fácil; escuchen...

Roberta estaba acostada en su cama, en el dormitorio que tenía en la casa de Alma Rey, su madre; estaba abrazando una almohada, con los ojos rojos después de todo lo que había llorado en el encuentro que había tenido con su madre. Fue una discusión fuerte y emotiva, en la que salieron a relucir las cosas que las separaban; pero también las que por encima de todo las unían.

La desgracia de madre e hija es que se amaban demasiado para vivir una sin la otra; y aunque se hicieran daño con sus acciones y sus palabras, en el fondo sabían que sí dolía tanto era porque se querían como locas. Roberta tuvo que admitir que le había hecho daño a su madre, y que en su locura no sólo pudo haber destruido su vida sino la de Alma y la de todos los que la querían.

Las cosas estaban lejos de arreglarse entre ellas, pero al menos habían dado un primer paso; Roberta comprendio un poco más a su madre, y escucho conmovida las palabras con las que ella trataba de justificarse por sus errores del pasado. La chica sabía que su madre era sincera, y se imagino lo terrible que debio ser para ella asumir sola su maternidad cuando era una adolescente casi de la misma edad que ahora tenía Roberta; por primera vez la muchacha pudo ponerse en el lugar de su madre para darse cuenta de las decisiones dificiles que a veces debemos afrontar en la vida, y peor sí nadie te ayuda.

Roberta estaba cambiando poco a poco su forma de ser con Alma; ya no era la niña que no quería entender las razones de su madre, y que era muy dura con ella. La chica no podía olvidar el engaño sobre su verdadero padre, pero al menos reconocía que tenía que hacer un esfuerzo para arreglar las cosas y por perdonar a la mujer que le dio la vida.

Roberta sentía que en gran medida su cambio de actitud se debía a Diego; él le había hecho ver que su vida no era un infierno como ella creyo la noche que escapo, y que sus seres queridos la amaban incondicionalmente, a pesar de sus errores. Diego le hizo entender que debía aprender a oír, comprender y perdonar.

Al pensar en eso, Roberta agradecio que su madre se hubiera tragado el cuento de que paso la noche en la casa, y que sí no contesto el telefono es porque lo había desconectado para no hablar con ella. Claro que el testimonio de Lupita y Luján, que habían jurado que la vinieron a buscar a la casa en la mañana para ir al café, fue decisivo.

Pero aunque las cosas habían salido relativamente bien, Roberta estaba ansiosa y triste porque Diego no la había todavía. Lo único que quería era escuchar su voz, para sentir que su vida tenía sentido.

-¿Por que no llamas tarado? (dijo Roberta regañandolo como sí estuviera en el cuarto, viendo su celular que no registraba ninguna llamada).

Entre Heroes y HadasWhere stories live. Discover now