9. Un nuevo comienzo, juntas.

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Lexa había olvidado cómo respirar. Clarke estaba allí, esa Clarke, su Clarke. Rubia y elegante, igual que antes de la muerte de la Montaña.

Parecía sorprendida, muy sorprendida, ¿Se veía así la primera vez que se conocieron? ¿La había mirado así, en shock por la pintura de guerra y el cuchillo? Lexa no podía estar segura. En ese momento no estaba segura de nada. Tal vez no, quizás Clarke había estado más curtida después de unos meses en la Tierra. Y ahora había pasado poco tiempo. Pero el rostro de esta Clarke era tan fuerte como el que ella recuerda.

Miró a la gente que la acompañaba esa vez.

No valía la pena mencionar a Octavia y Linkon. Se miraban el uno al otro con los ojos llenos de afecto como había sido antes, como branwadas enfermos de amor. Quizás esa vez sean el puente entre su gente que no pudieron ser en el pasado.

Había un chico alto de piel oscura, que miraba a Clarke con afecto. Lexa no lo conocía. Eso le sugirió que era irrelevante y podía ser desestimado de manera segura. Por el momento, al menos. Notó que era fuerte y se mantenía bien, que quizás algún día sea un buen gona, y luego siguió adelante.

Allí estaba... Finn.

Lexa se preguntó qué estaba mal con ella, qué tonto gusano aburrido tenía en su cerebro que le hizo olvidar que Clarke no fue sola a la tierra. Que cuando la conoció era feliz… con ese. Y que luego... Clarke se acercó a ella por primera vez, rota, sangrando y llena de lágrimas, rota por un amor que terminó tan violentamente.

Nunca se le ocurrió que al eliminar deliberadamente la violencia de sus interacciones, permitiría a Clarke ser feliz con su amante que había fallecido.

Finn estaba vivo, su rostro aún no se había arrugado por la contemplación del asesinato que hará. Clarke debería ser feliz con él. Debería haberlo amado mucho, para perdonar tan rápido el asesinato de tantos.

Clarke era diferente, ahora. Ella todavía lo tenía a él. Si Lexa todavía tuviera a Costia, ¿amaría a Clarke? Tal vez no. Costia había sido su hogar, risas infantiles y la tibieza de un día soleado en invierno y cuando aún ella era sólo Lexa, antes de que fuera Heda.

Con Clarke todo era reuniones de guerra, decisiones arriesgadas, miradas apretadas y momentos fugaces de belleza y cercanía. La primera fue el amor de Lexa, la segunda había sido amada por Lexa y por Heda. Los amores inocentes son los más difíciles de descartar.

No conocía directamente a Finn, sus defectos, sus virtudes, sus sueños. Todo lo que ella sabía era que él había matado a dieciocho personas sin ninguna razón. Todo lo que sabía era que él había muerto delante de Clarke a manos de ella, y en sus brazos.

Lexa lo observó mientras salía de la habitación, y luego regresó su atención a Clarke ¿Pero quién era realmente esa Clarke? Sin sus recuerdos debía ser muy diferente. ¿Importaba acaso eso? Por muy diferente que fuese, incluso estando con Finn, ella era Clarke, y eso era todo lo que Lexa necesitaba que sea.

La mirada de Clarke ardía en su piel-Os llevasteis a Bellamy-.

-Solicité hablar con el líder de tu gente-, corrigió Lexa, su corazón tonto latía desbocado, pero forzó con su mente una frialdad que logró apaciguarlo. Un poco.

-Soy Clarke-, dijo, como si su nombre no estuviera grabado a fuego en el alma de Lexa. -Soy la líder de mi gente-. Buscaba con la mirada los ojos de Lexa constantemente, había algo extraño en como lo hacía. Una desesperación en la forma en que la miraba.

Lexa sonrió y jugó con su cuchillo, tratando de evitar esa mirada escrutadora. -Entonces ha sido una buena idea de tu parte reunirte conmigo. ¿Qué haces aquí, Clarke kom Skaikru? Esta es mi tierra-.

-Estoy segura de que Bellamy ya te ha informado-, respondió Clarke. Sus ojos se desviaron casi imperceptiblemente hacia el cuchillo, pero regresaron para rastrear el rostro de Lexa, de una manera hambrienta y atemorizada. Exactamente cómo Lexa estaba tratando de no mirarla, de hecho.

-Tal vez-, Lexa se recostó en su silla, contenta de sentirse a cargo. -Y tal vez tú también deberías responder-.

-Nos enviaron, los de nuestra casa, el Arca, para ver si este mundo es habitable. No queremos lastimar a nadie. Solo queremos sobrevivir, Lexa-. Ella dice las palabras como si las hubiese aprendido de memoria en los pocos días que llevaba en la tierra, sin importarle el significado realmente. Pero sus ojos estaban en Lexa, aún con esa extraña desesperación.

Lexa pensó en que las palabras indiferentes y la mirada llena de emoción estaban en desacuerdo entre sí.

Se sintió incómoda, Clarke había bajado la mirada, y aunque sólo fue un segundo, le pareció una eternidad. Había sido tan intensa antes, mirándola de esa manera. Como si cada movimiento y parpadeo y aliento de Lexa fuera algo milagroso. Ella no estaba actuando como alguien que debía negociar con un enemigo, estaba actuando como alguien que veía algo mágico. Un Ripa volviendo a la vida, o un Heda recién elegido.

Y entonces se dio cuenta, Clarke la había llamado Lexa. ¿Quién le habría dicho su nombre? Los únicos Trikru que había conocido eran Anya y Linkon. Ellos nunca usarían su nombre con un extraño. Una tonta e inútil sospecha se instaló en su mente.

Lo único que podía hacer con tal sospecha era encontrar una manera de descartarla de inmediato.

-¿Ha yu get ai nom, Clarke Griffin?-Le preguntó como sabía su nombre, marcando el nombre completo de Clarke al final de la oración de forma deliberada, vigilando su reacción.

Y se dio cuenta, se puso rígida, hasta pareció que dejaba de respirar por un segundo. Tragó saliva y logró hablar de nuevo. -Ai mema yu nom in-, dijo en voz baja. -Ai mema yu in-. Le había dicho que recordaba su nombre… ¡Que la recordaba a ella!

El mundo se paralizó entre ellas, por ese repentino e imposible conocimiento compartido. Tal vez no recordaban exactamente lo mismo, Lexa no tenía forma de saber cuánta memoria tenía Clarke. Pero el hecho de que se recuerden mutuamente hizo que Lexa apenas pudiese respirar.

Las dos estaban petrificadas, durante demasiado tiempo para Lexa, que dio un paso hacia Clarke.  Se estaban moviendo una hacia la otra. Lexa no pudo más y cogió a Clarke de la cintura, pegando su cuerpo contra sí misma, hundiendo su rostro en el hombro de Clarke, respirando su aroma como si fuese oxígeno puro y hubiese estado a punto de ahogarse bajo el agua.

Ahí estaba, entre sus brazos, lo que ella pensó que nunca más tendría. La suavidad de Clarke contra ella.

Lexa estaba temblando incontrolablemente. O tal vez era Clarke. O tal vez las dos.

Era imposible en ese momento  saber dónde terminaba una y comenzaba la otra, sus almas eran una, sus corazones un ritmo compartido, sus cuerpos se entrelazaban buscándose aún más si eso era posible, sollozaban intentando respirar. El calor del cuerpo de Clarke calentando a Lexa hasta el centro, derritiendo el hielo dentro de ella.

-Recuerdas…-, Clarke medio sollozó en su camisa, presionando su cara contra el hombro de Lexa, inhalando su aroma y llorando al mismo tiempo. -Te acuerdas de mí. Te acuerdas de mí. Tú me recuerdas-. Lo cantaba como una oración.

Lexa aún no podía respirar con normalidad, y sabía que su rostro no mostraba más que debilidad, se alegraba de que Clarke estuviese enterrada entre sus brazos y no pudiese verla. No podía imaginar otro lugar en el que pasar el resto de sus días, sus brazos eran barras de hierro alrededor de Clarke, abrazándola desesperadamente. Clarke la apretaba como si nunca fuese a  dejarla ir.

-Nunca podría olvidarte, Clarke- susurró Lexa, cerrando los ojos contra las lágrimas que ardían en ellos. Su respiración entrecortada sonaba emocionada. Era vergonzoso, pero no podía evitarlo, su debilidad, su amor, su dolor. Ahí estaba Clarke, su Clarke, Clarke recordando, esa Clarke que ama. El olor a la luz del sol en su cabello y la fuerza adquirida con dolor en las líneas de su rostro.

Presionó a Clarke más fuerte contra su pecho, deleitándose con la sensación, la realidad. No sabía cómo expresarlo, pero se había sentido tan sola en este mundo. Y no se había dado cuenta hasta ese momento.

Como Comandante sabía con frecuencia cosas que otros ni siquiera imaginaban, pero lo que había pasado era diferente: saber quién morirá, qué pasará, qué tan mal está el mundo. Sin embargo, había alguien que también lo sabía, y ya no estaba sola.

Aunque visto de otra forma, ella estaba más sola que nunca. Porque Finn estaba vivo, y ella no podía matarlo, no cuando Clarke lo amaba y ella sabía que era así. Sus sentimientos eran confusos, todo lo que sabía era que Clarke estaba ahí, a su lado y que ella la amaba.

Finalmente, se separaron y se retiraron a los lados opuestos de la habitación. Lexa necesitaba tiempo para volver a levantar sus barreras emocionales. Quizás Clarke también.

-¿Recuerdas?- Clarke dijo de nuevo, asombrada, su voz ronca.

-Lo hago, Clarke kom Skaikru-, confirmó Lexa. Su voz también estaba manchada de emoción. -¿Que pasó? Lo último que recuerdo es que Titus estaba frente a mí, tú ahí, yo muriéndome ...- ella dejó que su voz se desvanezca, sin querer examinar los recuerdos más de cerca.

Clarke dio medio paso hacia ella, como si estuviera desesperada por volver a tocarla, pero luego retrocedió. -Después ... subí al techo ... no pude ...- no terminó la oración. -Hubo un rayo, un rayo me golpeó. Pensé que era eso lo que me devolvía, era de un color extraño y todo...-se encogió de hombros.

-No lo sé, pensé que tal vez era radiación, o un rayo, o una mezcla, o alguna otra cosa imposible, o me volvería loca, no sabía nada, pero estás aquí ...-

-¿No puedes pensar en ninguna razón por la que también podría haber sido devuelta?- Lexa dijo sin rodeos, desesperada por saber por qué este mundo extraño se ha desarrollado ante ella.

-Yo ... no ... tal vez es que las dos hemos muerto, tú por los disparos y yo por un rayo ...- La voz de Clarke se rompió en la descripción de la muerte de Lexa, y eso aceleró el corazón de Lexa.

Entonces Clarke se congeló, abriendo los ojos desmesuradamente. -O no. Tenía tu sangre en mis manos-. Levantó sus manos, con la palma hacia arriba, como para mostrarle algo a Lexa. El rojo seco de la sangre de Lincoln se había hundido en las líneas de sus palmas. Clarke las miraba como si fueran reveladoras. -Tuve tu sangre en mis manos, literalmente. Eso podría ser. Si el relámpago me trajo de vuelta con mis recuerdos, tal vez también te trajo de vuelta a causa de tu sangre. ¿Podría ser…? ¿Hay leyendas acerca de que los Sangre Nocturna puedan hacer algo así?-

Se veía tan esperanzada por una explicación que Lexa lamentaba tener que decepcionarla. -No. ¿Cuando te despertaste? ¿En qué momento?-

-Mmmmm ... justo antes de que nos lanzaran a la Tierra-.

Lexa asintió. -Entonces es tu milagro, no el mío, Clarke. Creo que desperté cuando tu gente cayó a la Tierra. Pero para mí, fue sólo un día normal. Lo que sea que haya pasado, fue debido a la importancia de ese día para ti-.

Clarke cerró los ojos. -O ... la proximidad geográfica, tal vez ... cuando estábamos todos lo suficientemente cerca de la Tierra por primera vez ... pero me desperté antes de eso ... – se queda helada, sorprendida, pálida.

Lexa dio varios pasos hacia adelante y tomó las manos frías de Clarke entre las suyas. -Cálmate-, ordenó suavemente, calentando las manos de Clarke entre las suyas. Casi se las llevó a los labios pero se detuvo en el último momento.

Finn. Saber que estaba vivo le helaba y  amargaba el corazón.

Frotó las manos de Clarke, forzando que entraran en calor, y se encontró con los ojos de Clarke directamente. -Algo ocurrió. ¿Tu gente tiene información, historias, algo sobre viajes en el tiempo?-

-Yo ... no. Nada que yo sepa-.

-Entonces no podemos saber-, dijo Lexa sin rodeos. -Debemos trabajar con lo que sí sabemos. Si esto es un regalo, no tengo la intención de desperdiciarlo-. Soltó las manos de Clarke, sintiéndose incompleta al no poder tocarla, pero encontró sus ojos de todos modos. -Quizás podamos evitar la muerte que nos acecha-.

La muerte conocida, al menos ya que Lexa llevaba años huyendo de la muerte que la persigue.

Clarke respiró hondo. -Quizás. Tal vez podamos-. Miró a los ojos a Lexa, -¿Pero eso evitará que nos persiga?-

Lexa se sobresaltó ante la pregunta y volvió a tomar una de las manos de Clarke. -Sabes la respuesta a eso, Clarke-. Su voz era suave pero firme. No importaba quién vivía en ese momento o quién había muerto antes, ambas tenían el recuerdo de lo que habían visto y hecho.

Clarke la miró, con dolor en sus ojos azules, pero también con esperanza. Se aclaró la garganta y apretó la mano de Lexa, inclinándose hacia ella sin querer, como lo había hecho tantas veces ya. -Correcto-, dijo con voz ronca. -¿Por dónde empezamos?-

Lightning Only Strikes Once (Traducida Con Permiso De La Autora) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora