10. Conseguiros una habitación.

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Clarke todavía estaba en shock, pero se recuperó lo mejor que pudo. Lexa estaba ahí, viva, delante de ella; y lo que era mejor, la recordaba. Ese fue el primer momento en el que se sintió como si ese nuevo mundo fuera el verdadero, dolorosamente real, pero muy bien también.

-¿Por dónde empezamos?- Preguntó, extendiendo la mano y apretando la mano de Lexa de nuevo. Tembló en sus manos. La necesidad de tocarla, de no dejar de tocarla, era casi abrumadora. Cuando se alejó, Clarke la dejó ir sin querer, confundida por su distancia.

-Con tu gente, los cien que trajiste contigo-, dijo Lexa sin rodeos, alejándose de ella, girándose para que no tenga que mirarla a los ojos. -Después de que hayamos considerado cómo tratar con ellos, podemos hacer planes para el resto de Skaikru, Maunon y Azgeda-.

-Y tu gente también-, Clarke podía ser igual de contundente. -las amenazas están en todos los bandos-.

El nombre 'Titus' se cernía entre ellas, tácito.

Lexa frunció el ceño. -Algunos, tal vez. En su mayor parte, mi gente sigue mis órdenes. Siempre y cuando no muestre debilidad, continuarán haciéndolo-.

-¿Así que volvemos a Jus Drein, Jus Daun?- No se permitió juzgarla por eso. Podía entender por qué Lexa no quería volver a tomar este camino nuevamente. La boca se le torció en un gesto amargo al pensarlo. También podía haber sido que la última vez sólo Clarke y su gente fueron los que obtuvieron todos los beneficios de “la sangre no debe tener sangre”, mientras que Lexa, bueno, pagó el precio por los ideales de Clarke. “La sangre no debía tener sangre”, pero había habido sangre, la sangre de Lexa. En sus manos. Por su culpa.

-No-, dijo Lexa. -Pero esta vez deseo presentar esta nueva idea con pequeños actos de perdón, en lugar de decirle a mi gente que deben aceptar a quienes asesinaron a sus amigos y familiares. También planeo aumentar los guardias en mi torre, restringir los poderes que tiene Titus y restringir el acceso para varios otros, como Gustus-. Se vio feroz pero también segura. -Creo en mi gente, creo que me seguirán y me obedecerán. Pero eso no significa que no tomaré precauciones, esta vez-.

-Está bien-, dijo Clarke con un firme asentimiento. -Eso está arreglado entonces. Creo que podemos manejar a mi gente muy fácilmente también. Si envías a Lincoln y tal vez a otros diez o veinte guerreros, en los que puedes confiar y que nos traten bien, a la nave de lanzamiento como protección, y que la gente de TonDC nos traiga comida, es probable que ninguno de ellos te ataque. Especialmente sin armas. Luego, cuando todos los demás bajen, podemos dejar claro que la tierra es un regalo de Trikru...-

Clarke se detuvo. Lexa ya estaba sacudiendo la cabeza.

-Soy muy consciente del valor de la gratitud de Skaikru-, dijo Lexa, con su voz llena de sarcasmo.

-La burla es el producto de una mente débil, Lexa-, Clarke le recordó sus propias palabras.

Lexa inclinó la cabeza. -Sí, no debería haber hablado así. Pero, en serio, Clarke, ¿cuándo ha ayudado tu gente la mía?-

-Eso es injusto-, Clarke se erizó, -No nos diste una razón para estar agradecidos en el... en el otro mundo-.

-Le di a tu pueblo tierra, un lugar en nuestra alianza, mi lealtad y el perdón repetido por sus crímenes-.

-Pero también nos dejaste en la Montaña-. Le dolió el corazón al decir las palabras, incluso en voz baja. Era una herida que no estaba segura de poder curar nunca, a pesar de que había entendido el motivo. Siempre iba a ser un hecho doloroso, de alguna manera.

Lexa suspiró. -Sí. Hice eso-. Hubo un momento de silencio antes de que Lexa volviese a hablar. -Piensas lo mejor de tu gente, Clarke, lo sé. Pero el esquema que describes no funcionará. Tu gente temería que los guerreros fueran enviados para ayudarte, los verían como captores en lugar de cuidadores. Tu gente que cae del cielo no estaría agradecida por la tierra, la verían como su derecho. Ellos ven a la Tierra como suya y a mi gente como salvajes-.

No estaba equivocada, no realmente, no del todo. -Y tu gente ve a la mía como invasores. No puedes ver más allá de nuestro lenguaje y armas. Entonces, ¿qué sugerirías, Lexa?-

-Sugiero que eliminemos tu lenguaje y tus armas-, dijo Lexa con frialdad.

-¿Qué...?-

-Me gustaría que tu gente, los cien goufas que tienes contigo, sean trasladados a Polis-.

-¿Para qué?- Clarke estaba confundida, no era para nada lo que ella había pensado.

Lexa miró a Clarke directamente. -Los más pequeños pueden ser entregados a los padres que perdieron sus yongons en los bosques o de alguna otra manera. Algunos mayores pueden convertirse en Sekons, como Octavia, si tienen el espíritu para hacerlo. O pueden tener habilidades de su vida en el skai como remendar, cultivar o hacer algo, que los convertiría en aprendices útiles. Tampoco hay suficientes maestros de gonasleng en Polis, muchos de ustedes podrían hacer eso-.

-¿Quieres integrarlos completamente con tu gente?-, Dijo Clarke.

-Les dará una comprensión de nuestra cultura-.

-¡Tendrás cien rehenes, quieres decir!- Clarke vio a Lexa enrojecerse muy levemente, y se preguntó si había acertado en el plan de Lexa.

-Eso también-, admitió -Vi lo mucho que tu gente apreciaba a tus amigos cuando estaban atrapados en la Montaña. Sospecho que dudarián en atacar a mi gente si la suya puede estar dispersa entre ellos-.

-Lexa, yo no...- comenzó Clarke.

Vio la expresión dudosa de Clarke y continuó con más pasión. -Clarke, en el mundo anterior, los único Skaikru que intentaron entender a mi gente fueron tú, Octavia y Marcus Kane. Los únicos de mi gente que pasaron un tiempo con los suyos fueron Indra, Linkon y yo. Y no sólo perdimos la posición por esto, perdimos mucho más. Nuestra gente necesita integrarse. No en un año, dos años, cinco. Ahora.-

Clarke consideró esto. Estaba de acuerdo con Lexa en que su gente necesitaba aprender a entenderse mutuamente. Le tomó tiempo con la primera Anya y luego con Lexa darse cuenta finalmente de la tontería de su discurso de hace mucho tiempo ante los 100, insistiendo en que no eran Grounders. Se había permitido verlos como salvajes por un tiempo porque así era más fácil. Y fue aún más fácil para el resto del Arca verlos de esa manera, como bestias que no merecían ese hermoso mundo, como monstruos que amenazaban a los niños. En lugar de solo personas, haciendo todo lo posible para sobrevivir con lo que tenían.

-Tendremos que permanecer cerca hasta que Raven baje, o dejar a alguien aquí por ella. Y si estoy de acuerdo con esta idea, entonces, cuando el resto de mi gente llegue, transportará a cualquiera que quiera regresar con ellos a Arkadia-, dijo ella finalmente. -No serán rehenes, serán... bueno, embajadores. Cualquiera que quiera dejar Polis debería tener la opción-.

-¿Y si todos regresan?- Preguntó Lexa.

-Entonces habrá cien personas en Arkadia que sabrán que los Grounders no son tan diferentes a nosotros-, dijo Clarke con firmeza. -Pero creo que algunos optarán por quedarse si su tratamiento allí es bueno, todos son considerados criminales en el Arca y muchos no tienen padres ni un sitio al que volver. Y viste lo lejos que llegó mi gente para recuperar a cuarenta y siete de ellos de la Montaña, así que si aún te quedas a medias, todavía has ganado. Solo tenemos que asegurarnos de hacer coincidir a las personas con las cosas que disfrutarian haciendo y con las personas que los tratarian bien. Y asegúrate de que estén a salvo-.

-Podemos hacer eso, creo-, dijo Lexa en voz baja. -Dejaré en claro que los valoro y que cualquier daño que sufran será severamente castigado-. Pero tu gente tampoco ha hecho daño a la mía y, dado que no tienes armas...-, se preguntó.

-No, no tenemos-, admitió Clarke. -No, todavía-.

-Eso es bueno. Creo que mi gente estará mucho más dispuesta a aceptar la tuya ahora de lo que estaba en el viejo mundo, Clarke. Y ayudará más si algunos más, no sólo Octavia, aprenden a ser gonas. Mi gente respeta mucho a los guerreros-.

Clarke pensó en Bellamy, Murphy, Miller y los demás, todos ansiosos por jactarse y arrojar hachas y cuchillos a los árboles. Sin temor a los Grounders o al poder instantáneo de las armas, podrían estar interesados en aprender a pelear adecuadamente. -Bellamy y algunos de los otros podrían considerarlo-.

-No Bellamy-, dijo Lexa rotundamente, con voz grave. -Tampoco Finn. No los tendré como gonas o cazadores, nada que conlleve el uso de un arma-.

-No son las personas que eran-, objetó Clarke. -Se puede confiar en ellos. No volveré a desaparecer, la Montaña no volverá a ser destruida... no son las mismas personas-.

-Sí, lo son. Todavía son personas que bajo ciertas condiciones pueden matar a inocentes a sangre fría. Tu objetivo es prevenir algunas de esas cosas que crees que causaron sus acciones. Preferiría prevenir todas las condiciones por si acaso. Así que no los quiero cerca de las armas-.

Clarke tomó aliento, lista para continuar protestando, pero luego lo pensó mejor. Quizás serian mejores esta vez, menos peligrosos. Pero ella no podía saber eso. La verdad era que sus protestas eran más sobre su propia culpa, no solo por lo que Bellamy y Finn habían hecho en el mundo pasado, sino por lo que ella hizo. Quería que Lexa estuviese equivocada, que la muerte no la  persiguiese más. Quería que su culpa fuera borrada mágicamente.

Pero lo que no se podía borrar era el conocimiento. Sabía de lo que era capaz. Sabía que podía matar. También sabía de lo que eran capaces los demás. No podía dejar que se convirtiesen en esas personas otra vez.

-Tienes razón-, dijo finalmente. -Tengo algunos nombres para agregar a esa lista-. Charlotte, por ejemplo. Tal vez Murphy, aunque no estaba segura de lo que él podría hacer.

-Sin embargo, todavía pareces preocupada-, dijo Lexa. -Todavía hay algo-.

-Mis razones para que no me guste este plan son egoístas-. admitió. -No hemos tenido tiempo de convertirnos en un grupo real, los 100, como solíamos ser. Extendidos por Polis, tal vez nunca lo hagamos. Algunas de las personas más cercanas, las que más me importaban, es posible que nunca nos lleguemos realmente a conocer en este mundo-.

No podía decir lo que Lexa estaba pensando, ya que solo miraba al suelo y fruncía el ceño. -Si tenemos éxito, tendrás muchos años para volver a estar cerca de ellos. Y puedes volver a ellos, y al chico que amas, después de que hayamos tratado todo esto-, dijo entonces. -Sé que puede llevar tiempo, pero deberían estar a salvo en Polis-.

Clarke se ruborizó. Entonces esa era la razón por la que Lexa no la había besado antes. Por supuesto, ella podría haber besado a Lexa, había elegido no hacerlo, estaba preocupada de que algo entre ellas hubiera cambiado por alguna razón… como que por su culpa había muerto. -En este mundo, Finn y yo… no estamos juntos-.

Usó su mano para levantar ligeramente la barbilla de Lexa para que se miren a los ojos. Su rostro se sentía aún más cálido en la palma de su mano. -Me alejé de él hace tiempo-.

Sonaba duro decir eso de alguien que había matado por piedad. Pero estaba siendo honesta.

-Oh-, dijo Lexa en voz baja, pero con tanta alegría que una sonrisa se extendió por la cara de Clarke.  De repente ya no tenía más dudas sobre ellas dos.

Se inclinaron una hacia la otra. La respiración de Clarke se aceleró y levantó una mano para cubrir la nuca de Lexa, maravillándose de la sedosidad de su cabello, mientras que su otra mano encontraba un lugar natural para descansar en la curva de la cadera. Lexa respondió colocando una mano en la parte baja de su espalda y otra en la parte posterior de su cuello, acariciando ligeramente la piel hasta que Clarke se estremeció.

Los ojos de Lexa se dirigieron a sus labios durante un milisegundo antes de chocar contra ellos, y fue ahí que el calor se convirtió en un fuego descontrolado.

Sus cuerpos estaban presionados juntos con tanta fuerza que casi parecía que podrían lastimarse, y Clarke lo deseaba, deseaba una cicatriz como prueba de que Lexa estaba viva, ¡estaba viva! Quería a Lexa contra su cuerpo, juntas, perfectas. Puso la mano en su cabello, tirando ligeramente, Lexa dejó escapar un pequeño gemido y obligó a Clarke a abrir la boca con la suya, mordiéndole el labio inferior con desesperación. El calor sube por ellas como un volcán a punto de  estallar. Clarke gimió de puro alivio, sus entrañas eran fuego líquido.

-¿Heda? ¿Puedo entrar?-

Era la voz de Anya, demasiado fuerte, en la entrada de la tienda, se alejaron mutuamente como un par de adolescentes atrapadas por sus padres. El absurdo se agravó cuando Anya entró y las encontró enrojecidas y en extremos opuestos, Clarke jugueteando con su manga, y Lexa con su cuchillo como si le fuera la vida en ello.

Era claramente el karma para Clarke, por ser tan crítica con las hormonas adolescentes de los demás. Le echó una mirada culpable a Lexa y Anya miró a las dos, visiblemente confundida.

-¿Se ha llegado a una decisión?-, Dijo Anya con cuidado. Ya estaba alcanzando su arma sutilmente.

-Sí-, dijo Lexa. -a una-.

Lightning Only Strikes Once (Traducida Con Permiso De La Autora) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora