114. Fortalezas.

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Lexa se puso de pie lo más recta que pudo. Le dolía cada parte de su cuerpo. No podía sentir sus pies ni sus manos, y no era por el frío. La sangre nocturna hacía que se curara más rápido, pero nadie podía curarse rápidamente de ser atravesado con una espada: ni siquiera estaba segura de que alguien pudiese sobrevivir. Era un milagro del espíritu que estuviese respirando, y mucho más que pudiese estar de pie, pero permanecería erguida mientras durase ese milagro. -¿Se ha recuperado el cuerpo de Nia?

-Sha-, susurró el explorador frente a ella. Luego se aclaró la garganta y lo repitió, casi al mismo nivel. -Sha, Heda-. Él se acobardaba ante ella cada vez que ella se movía, como si estuviera aterrorizado por su propia respiración, pero extrañamente al mismo tiempo parecía intentar presionarse lo más cerca posible de ella, inclinado como estaba ante ella. Como si alguien extendiera sus manos heladas para calentarlas en el fuego, pero temiera ser quemado por su fiereza.

-Bien-, dijo Lexa. Su costado gritó de agonía mientras levantaba la mano izquierda para despedirlo, pero no se permitió estremecerse, incluso cuando sintió que su herida comenzaba a reabrirse. No podía levantar la mano por encima de la cintura, no había podido hacerlo desde que Assan la había apuñalado, pero era importante que se viese como si pudiera. Estaba rodeada de gonas que hacía solo unas semanas eran sus enemigos jurados. No podía permitirse mostrar ninguna debilidad. Por el momento, le temían más que nunca: su aparente resurrección les había hecho creer que era todopoderosa. Pero pronto se darían cuenta de que la mujer que consideraban divina, Nia, había resultado ser nada más que una mortal, y que Lexa podría serlo también.

Cualquiera de ellos podría decidir intentar tomar el control mientras la situación aún era confusa. Solo era necesario que hubiese un tonto que no aprobase su decisión de nombrar como gobernante a Roan que estaba ausente, y su posición de seguridad se convertiría en un campo de batalla.

Miró de reojo a Linkon, de pie junto a ella impasible. Bueno, quizás haría falta más de un tonto. Pero ella todavía no creía ni remotamente que todos los gonas de ese ejército habían marchado hacia el norte con Wells porque querían mejorar las vidas de su nación. Algunos habrían hecho eso para tomar una posición de poder, o para encontrar armamento en la fortaleza de Nia, o incluso simplemente para robar comida. Lexa estaba dispuesta a dejar ir a los gonas por lo menos a cien leguas de distancia en el camino hacia el norte con toda la comida que pudieran llevar, regresando con sus familias. Negociaría que nadie los denunciaría por deserción.

También estaba dispuesta a apostar que varios ya lo habían hecho, Wells nunca los habría perseguido y quizás ni siquiera se haya dado cuenta de que se habían ido. Los skaikru estaban acostumbrados a la comida consistente, no mucha comida, pero sí una cantidad constante. Habían sido bien alimentados en el arca y aún se habían alimentado regularmente desde que habían caído a la tierra. A Wells no se le ocurriría pensar que la comida que llevaban fuera una razón digna para arriesgarse a ser condenados por deserción.

Deberían regresar por el mismo camino, entonces, y ver si podrían descubrir a alguien que hubiese agarrado comida y hubiese escapado. La comida debía distribuirse entre quienes la necesitaban. -Linkon-, dijo en voz alta, con voz ronca.

-¿Sha?

-Encuentra al líder del gona y díselo. Debemos encontrar desertores en el camino de regreso. Creo que no deberían recibir el castigo habitual porque no han perjudicaron a Wells ni a nuestra causa. Pero no podemos permitirles que piensen que el robo y la deserción no tienen costo.

Linkon asintió. Esa era probablemente la décima cosa que ella le había pedido que hiciera por ella, y sintió una punzada de culpa porque él también estaba herido. La propia Lexa apenas podía interponerse entre el dolor y la pérdida de sangre, pero necesitaba arreglar todo aquello. Necesitaba hacer todo lo posible para asegurarse de que los gonakru no se volviesen contra ellos mientras Abby y los demás intentaban revivir a Clarke. Lexa necesitaba mantenerlos distraídos y ocupados.

Lightning Only Strikes Once (Traducida Con Permiso De La Autora) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora