68. Piensa en los niños.

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Enfrentarse a los embajadores como grupo siempre era agotador. Debatían cada pequeña cosa. Incluso cuando no discutían las órdenes de Lexa, se lanzaban insultos sutiles, siempre buscando una posición más alta, para un mejor trato. En ese caso, sin embargo, la noticia de la Montaña los aturdió.



Se quejaron cuando ella anunció la nueva posición de la Mountain Slayer, solo superada por ella y por encima de todos ellos, pero se detuvieron cuando los miró a los ojos.



Se le ocurrió a Lexa que ahora era más poderosa que nunca. Desde el punto de vista de los embajadores, ella controlaba las estrellas que caían del cielo, había ayudado a derribar la montaña y reclutó a quien la había destruyó, había cambiado tierras poco utilizadas por maravillas tecnológicas y armamento destructivo, y su mayor oposición ahora se consideraba una traidora a ser asesinada a la vista.



No era de extrañar que se callasen cuando ella los miraba. Podía matarlos a todos y la gente de Polis no plantearía ninguna objeción. Sus clanes probablemente ni siquiera se opondrían. Escuchaban sus noticias en un silencio desconocido y al principio creyó que la reunión terminará rápidamente. ¿Estaba mal de su parte usar su mayor conciencia de su ventaja para apresurar aquello?



Uzac era quien lo extendía más allá de todo, como lo había hecho el día anterior. -Debemos atacar ahora, seguramente. Sorprenderla -, dijo. Su cara estrecha se volvía aún más imponente mientras fruncía el ceño.



-No estoy segura de que podamos sorprender más a Azplana-, comentó Lexa. -Ahora podemos bloquear la frontera, pero puede ser demasiado tarde para evitar que alguien pase la información. Incluso si ponemos guardias, serían más adecuados para advertirnos de un gonakru que de un solo gona, y un solo gona es todo lo que se necesita para utilizar una radio. Si Nia tiene alguna idea, ya tendrá a alguien aquí para advertirle de nuestras acciones.



-Luego atacamos con fuerza antes de que ella pueda marchar con su gente-, dijo Uzac sin rodeos.



-Mi gente no se pondrá del lado de alguien que ha ayudado al Maunon-, dijo el embajador de Azgeda con vehemencia. Lexa intentaba recordar su nombre. Los embajadores de Azgeda no tendían a durar mucho, ya que Nia los llamaba regularmente antes de que puediesen desarrollar lo que Azplana consideraba "simpatías inapropiadas" para los otros clanes. Recordaba haber asesinado a ese en el otro mundo por su insolencia hacia ella, pero aquí, él parece más irritado por la traición de Nia que cualquier otra persona en la sala.



Suponía que tenía sentido. Para empezar, la única razón por la que Azgeda se unió a la Coalición fue por miedo al Maunon. Las acciones de Nia debían parecerle aún más traicioneras.



-Por supuesto que lo harán-, gruñó Uzac. -Quizás no en malevolencia, pero en ignorancia, lo harán. Debemos atacar rápidamente antes de que tengan la oportunidad.



-El clan Broadleaf está lejos de Azgeda-, comentó Lexa, mirando a Uzac con frialdad. -Si atacamos rápido, tu gente no tendrá tiempo suficiente para venir al norte.



Se tambaleó por un segundo, antes de recuperar el equilibrio. -Eso no viene al caso, Heda. No podemos darle tiempo para organizar su gona y atacar primero.



-¿Entonces me aconsejas que nos dirigimos al norte a principios de invierno?- Lexa dijo, levantando una ceja. -¿Y que nuestra gona muera de frío? Ese no es un plan de batalla, es un suicidio. Los Azgeda conocen el terreno y cómo sobrevivir a la nieve mucho mejor que nuestra gona.



-¿Y si esperamos, y ella mata al Fleimkepa?- Desafió Uzac. Sus pálidas mejillas estaban sonrojadas por el sentimiento. -No podemos arriesgarnos.

Lightning Only Strikes Once (Traducida Con Permiso De La Autora) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora