64. Kos Kongeda.

3.2K 305 73
                                    

-¿Están todos reunidos?- Preguntó Lexa en voz baja.

-Sha, Heda-, dijo Anya, con la cara seri. -Estamos listos siempre que desee dirigirse a nosotros.

Lexa asintió. Agarró una tela azul que estaba cerca y se la metió en el cinturón y levantó el pequeño espejo que había dejado cerca. Clarke se lo quitó sin decir palabra y lo sostuvo, permitiendo que Lexa usase ambas manos para aplicarse pintura de guerra, y luego aplicársela a Clarke. Cuando terminó, Lexa ya parecía la Comandante de siempre, un espíritu de guerra en lugar de una persona, y mientras se lavaba el exceso de pintura de guerra de sus manos, un extraño tipo de temor se arrastró sobre ella.

De repente se dio cuenta de que todavía llevaba puesto el reloj que Clarke le había dado, y por alguna razón eso la hacía sentir un nudo en el estómago. Estaba mal usarlo hoy, cuando saliese de esta tienda y ordenase la muerte de cientos, cuando cortase carne y escuchase gritos y súplicas agonizantes. Podrían ser Maunon, asesinos por defecto, pero a medida que los condenaba, sabía por un momento que vería algo más: vería a un hermano, un padre, un amante, un niño. No importaba que hubiese perdido la cuenta de las muertes que había ordenado en el otro mundo, siempre lo veía, en cada ejecución, y creía que siempre lo haría.

-Hey-, dijo Clarke suavemente, tomando la muñeca de Lexa suavemente mientras Lexa luchaba por quitarse el reloj. Finalmente ella misma se la quitó, con manos rápidas. Lexa levantó los ojos para encontrarse con los de Clarke, y sus palabras de explicación murieron en su boca. La expresión de Clarke era de comprensión. Recordaba que aunque Clarke le había trenzado el cabello hoy, no pidió que le pusieran la vaina de Costia.

Clarke la miraba fijamente. -Estamos haciendo lo correcto-, dij9, tan silenciosamente que Lexa apenas pudo escucharla. Había un leve temblor de incertidumbre debajo de sus palabras, pero se aclaró la garganta y lo volvió a decir con más decisión.

-Estamos haciendo lo que es necesario-, corrigió Lexa, porque así era. Lo correcto era irrelevante, en ese caso. Cuando pensaba en verlos morir a todos, en ese extraño momento en que de repente todo el mundo cambia un poco, en cuando una vida como una vela se apaga y los ojos de la persona se vuelven extrañamente inmóviles, en como su corazón se apretaba cada vez un poco más. Había algo que parecía tan inofensivo en ellos, los civiles de Maunon, pálidos y débiles mientras se recuperaban de su enfermedad, tan asustados e indefensos como los goufa ahora que estaban fuera de su pequeño mundo. Se recordaba a sí misma que dentro de ese mundo, dentro de la Montaña, acabaron con la vida de su gente como si fuera un tratamiento similar a poner una venda en una herida. Habían desarrollado su indefensión al esconderse en el lujo, nunca cuestionando la muerte de aquellos que les habían permitido vivir así. Inhaló bruscamente, mirando su reflejo por última vez. -Vámonos.

Las personas se estiraban hasta donde alcanzaba la vista. Estaban los gona, los aldeanos de TonDC y los Skaikru que habían venido con ellos, pero Lexa sospechaba que en los últimos días también había venido toda la gente de los alrededores. Quizás sólo habían venido para ver qué había causado la explosión, originalmente, pero cuando se hubieron acercado y se dieron cuenta de que la Montaña había sido destruida, bueno. Por supuesto que se habían quedado.

Los Maunon estaban en un grupo, de rodillas con las manos atadas, rodeados de gonas con lanzas. Indra estaba de pie frente a ellos, inexpresiva. Abby también estaba parada cerca de ella, sorprendiendo a Lexa; pensaba que Abby todavía estaría inconsciente. Se apoyaba mucho en Jackson, pero todavía estaba pálida por el dolor y la lesión en la rodilla.

Anya siguió su mirada. -Acaba de despertarse hace diez minutos-, murmuró a Clarke y Lexa. -E insistió en venir. Claramente, la terquedad corría por la sangre.

Lightning Only Strikes Once (Traducida Con Permiso De La Autora) - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora